PÁGINA/12 - Martes 10.03.2010
Carta abierta a la senadora Morandini
Por Mónica Gutiérrez *
Inimaginable, para quien no lo vivió, saber cuántos sueños quedan postergados, cuando no truncos, cuando el exilio. Poderosa se vuelve entonces la condición de decir, desde afuera, desde adentro, desde antes y para después, condición de pocos que termina siendo la razón de muchos, puesta en palabras.
Hubo representado usted, alguna vez, eso mismo; una periodista lejana que al escribir vivenciaba su tiempo y el nuestro, que decía con fuerza y talento y que guió a paladines del oficio o a vocaciones en ciernes. Debe tener el propio archivo, Norma, que le permita leer sus crónicas de antaño. Haga el ejercicio, le pido, y véase entonces; vea que debiéramos crecer para madurar, nunca para abdicar.
Repase –con o sin sonido– la conferencia de prensa del miércoles pasado en el Senado de la Nación, mire el cuadro. Esa foto no la soñamos sino en pesadillas; imposible no comparar con otras imágenes nefastas grabadas a fuego por la historia reciente. Esta vez usted estaba en el cuadro.
En política se pueden blandir pretensiones de abstracción, se puede insistir con los márgenes, se puede tener la soberbia de sólo recalcar, pero más tarde o más temprano, por suerte, la acción muestra a cada uno descarnadamente, la foto en la que se elige salir pone en evidencia, la firma de puño y letra habla más que miles de notas y discursos. Eso es la política al fin y al cabo: la decisión; el cuerpo defendiendo una idea, en acto, no en potencia.
La reserva moral de este país, mire, no la albergan Carrió ni usted, para tranquilidad de Argentina, sino el pueblo, hoy expectante de las mismas miserias y de las mismas inmundicias que –tantas veces– no nos permitieron levantar la cabeza y cuando podemos hacerlo no nos quieren dejar mover las piernas.
Decepción no hay, porque no hubo antes ilusión, pero sí perplejidad ante su presencia en el cuadro, déjeme decir. Perplejos de descubrir que sus palabras no vivían, sino que habían sido marionetas.
Hubo representado usted, alguna vez, eso mismo; una periodista lejana que al escribir vivenciaba su tiempo y el nuestro, que decía con fuerza y talento y que guió a paladines del oficio o a vocaciones en ciernes. Debe tener el propio archivo, Norma, que le permita leer sus crónicas de antaño. Haga el ejercicio, le pido, y véase entonces; vea que debiéramos crecer para madurar, nunca para abdicar.
Repase –con o sin sonido– la conferencia de prensa del miércoles pasado en el Senado de la Nación, mire el cuadro. Esa foto no la soñamos sino en pesadillas; imposible no comparar con otras imágenes nefastas grabadas a fuego por la historia reciente. Esta vez usted estaba en el cuadro.
En política se pueden blandir pretensiones de abstracción, se puede insistir con los márgenes, se puede tener la soberbia de sólo recalcar, pero más tarde o más temprano, por suerte, la acción muestra a cada uno descarnadamente, la foto en la que se elige salir pone en evidencia, la firma de puño y letra habla más que miles de notas y discursos. Eso es la política al fin y al cabo: la decisión; el cuerpo defendiendo una idea, en acto, no en potencia.
La reserva moral de este país, mire, no la albergan Carrió ni usted, para tranquilidad de Argentina, sino el pueblo, hoy expectante de las mismas miserias y de las mismas inmundicias que –tantas veces– no nos permitieron levantar la cabeza y cuando podemos hacerlo no nos quieren dejar mover las piernas.
Decepción no hay, porque no hubo antes ilusión, pero sí perplejidad ante su presencia en el cuadro, déjeme decir. Perplejos de descubrir que sus palabras no vivían, sino que habían sido marionetas.
* Periodista.