sábado, 30 de enero de 2010

Hay que modificar la carta Orgánica del Banco Central, por Carlos Heller, Diputado Nacional



Hay que modificar la carta Orgánica del Banco Central
Por Carlos Heller, Diputado Nacional



En este ultimo tiempo cuando se habla del Banco Central reiteradamente se presenta la cuestión de la institucionalidad, y considero que eso merece un debate sobre cuál es la institucionalidad que se desea.

El caso de la Carta Orgánica del Banco Central es un buen ejemplo de una institucionalidad derivada de las recomendaciones del Consenso de Washington, que instauró su independencia contrariando gran parte de su historia y ejemplos de varios países que mantienen fuertes lazos comunicantes entre la autoridad monetaria y el Ejecutivo.

Esa autonomía es producto de la reforma que en el año ’93 llevó adelante el gobierno de Carlos Menem, mientras Domingo Cavallo era su ministro de Economía, y que responde a las más profundas exigencias del Consenso de Washington, dado que no sólo limitó sus objetivos, sino que lo desvinculó del resto de los organismos decisorios de política económica.

Se restringió su misión primaria y fundamental a preservar el valor de la moneda, como si esta función fuera independiente de los niveles de ocupación, del crecimiento del PIB, de la distribución de la riqueza o del poder oligopólico de los formadores de precios.

Ante estos conceptos, resulta interesante recordar que la anterior Carta Orgánica, que rigió cerca de veinte años, la Ley 20.539 de 1973, establecía su objeto en “regular el crédito y los medios de pago a fin de crear condiciones que permitan mantener un desarrollo económico ordenado y creciente, con sentido social, un alto grado de ocupación y el poder adquisitivo de la moneda”.

De un Banco Central preocupado por el desarrollo económico, se pasó a un Banco Central autista; ¿es ésa la institucionalidad que deseamos mantener hacia el futuro?

Considero que la política monetaria es una herramienta indispensable para definir el destino económico del país y tiene que estar en función de objetivos trascendentales y amplios; no se debe encargar sólo de defender el valor adquisitivo de la moneda, sino que este objetivo debe estar en consonancia con la posibilidad de generar un desarrollo sustentable, con una mejor distribución de los ingresos y la mejora de las condiciones sociales.

miércoles, 27 de enero de 2010

El tema financiero y el carácter político de la disputa, por Carlos Heller

Fuente: http://www.carlosheller.com.ar/2010/01/27/el-tema-financiero-y-el-caracter-politico-de-la-disputa/
27/01/2010


El tema financiero y el carácter político de la disputa
Por Carlos Heller -Diputado Nacional-



El tema de la regulación del sistema financiero, y la necesidad que sea funcional al resto de la economía está en la primera línea de debate en todos los países.

La reciente iniciativa del presidente de Estados Unidos, Barak Obama, busca que los bancos comerciales que acepten depósitos del público no puedan invertir ese dinero para beneficio del propio banco. A los bancos comerciales se les prohibiría poseer, invertir o asesorar a fondos de cobertura o firmas de capital privado. En definitiva, se puede elegir dedicarse a negociar con recursos propios o ser propietario de un banco, pero no puede hacer ambas cosas.

Es el espíritu de la famosa ley Glass Steagall promovida por Franklin Roosvelt en 1933 para evitar los efectos de la crisis, y que rigió hasta 1999, cuando el vendaval del Consenso de Washington arrasó con ella y sentó las bases para la generación de la espectacular crisis financiera actual.

La decisión de Obama, que además propone limitar el tamaño de los muy grandes bancos, es de absoluto sentido común y largamente validada por la teoría económica; sin embargo, la derecha estadounidense, y la vernácula, la tildan de populista, que no es el momento adecuado y otros calificativos extra económicos, además de ejercer su poder económico a través de las significativas bajas operadas en las acciones de las bolsas mundiales, altamente interconectadas.

Aquí se observa el poder del sistema financiero, su influencia sobre la opinión académica y su pretendida preeminencia sobre el resto de la sociedad: sólo así se puede comprender que los grandes bancos que recibieron cuantiosos salvatajes del estado, hayan otorgado miles de millones de dólares en bonos y dividendos a sus directivos y accionistas, burlándose de los contribuyentes que fueron relegados al momento de recibir ayudas del Estado para fomentar la economía y reducir el desempleo.

La única forma de evitar estos comportamientos, y las eventuales crisis financieras y los costos sobre la economía real que traen aparejados, es con regulaciones estrictas que establezcan las operaciones que pueden realizar los bancos, cómo orientar el dinero captado de la sociedad, y que controlen la competencia en el mercado financiero.

En la actualidad, los líderes mundiales acuerdan en la necesidad de regular la actividad financiera, para minimizar lo más posible las crisis sistémicas, dado que el sistema financiero, por definición, es propenso al riesgo.

Como un resumen de la situación internacional, resulta interesante tomar algunos conceptos de una nota de Joseph Stiglitz, en la cual establece que “el mundo ha aprendido algunas lecciones valiosas, aunque a un gran costo en prosperidad, tanto actual como futura, costos que fueron innecesariamente altos dado que (esas lecciones) ya deberíamos haberlas aprendido”.

Una de ellas es que los mercados no se auto regulan, y si no hay regulaciones adecuadas, son propensos al exceso. Ante la amenaza de colapso del sistema financiero, la red de seguridad se extendió no sólo a bancos sino a otras entidades financieras. Dice Stiglitz “nunca se transfirió tan gran cantidad de dinero a tan pocos”. El salvataje, continúa el Nóbel, “expuso una profunda hipocresía… Aquellos que han predicado recortes fiscales cuando iban a pequeños programas de ayuda social para los pobres , ahora piden a gritos el programa de bienestar más grande del mundo ( hacia los bancos)” .

Otra lección para aprender , según Stiglitz, tiene que ver con entender que los mercados no siempre funcionan bien dado que presentan fallas: También indica que se aprendió que las políticas keynesianas funcionan bien, y brinda el ejemplo de Australia, cuyas políticas de estímulo bien diseñadas le permitieron salir tempranamente de la crisis.

Entre las lecciones, hay una vinculada a temas que se están discutiendo hoy en Argentina, y se refiere a que hay otras funciones de la política monetaria que sólo combatir la inflación: “El excesivo foco en la inflación lleva a que algunos bancos centrales ignoren que está pasando en sus mercados financieros” y sostiene que “los costos de una leve inflación son minúsculos comparados con los costos impuestos a las economías cuando los bancos centrales permiten el crecimiento sin restricciones de las burbujas de activos”.

Por último detalla dos cuestiones, una de ellas es que los bancos que debieron ser salvados por el Estado distribuyeron generosos bonos y dividendos, mientras que si bien el salvataje se realizó para permitir un renacimiento del financiamiento a empresas y familias, ello no sucedió.

Bajo estas consideraciones, el Nóbel de economía, en un reciente reportaje, estimó que la crisis mundial no terminará antes de 2013, dando idea de la profundidad de la crisis y la dificultad de su reversión.

En nuestro país, la actual confrontación nos recuerda dos consignas históricas del Movimiento cooperativo liderado por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos: “El dinero de los argentinos en manos de los argentinos” y “Un país se hace desde adentro o no se hace”.

La globalización neoliberal tuvo dos soportes estratégicos, la globalización financiera y la desregulación total de la economía. El estado fue declarado un artefacto obsoleto y el mercado fue santificado como el dios regulador de las relaciones económicas, sociales y culturales de nuestros países. La actividad financiera y la reestructuración del sistema financiero a partir de la Ley Videla- Martinez de Hoz aún vigente, fue la locomotora del vendaval desnacionalizador y concentrador que azotó y asoló nuestra nación.

Por ello la crisis provocada por los sectores restauradores de la nueva y vieja derecha muestra el caracter político de la disputa, en cuanto a que el modelo neoliberal no ha muerto, el nuevo modelo que propiciamos no termina de nacer.

Por ello cobra relevancia una nueva Ley de Entidades Financieras.

Estoy trabajando en ese Proyecto.

El fondo del Bicentenario, una buena medida de Política Económica, por Carlos Heller

Fuente: http://www.carlosheller.com.ar/2010/01/26/el-fondo-del-bicentenario-una-buena-medida-de-politica-economica/
26/01/2010

El fondo del Bicentenario, una buena medida de Política Económica
Por Carlos Heller -Diputado Nacional-



Pienso que la Creación de Fondo del Bicentenario es una buena medida de política económica, al cancelar deuda y permitir conseguir préstamos a tasas bajas para refinanciar los pagos de deuda, evitando utilizar recursos fiscales para tal fin, que pueden destinarse a un mayor gasto social, la universalización del seguro para la niñez, o una mayor inversión en infraestructura.

El gasto público es una de las herramientas más aptas para atacar los problemas de pobreza y de exclusión social, es por ello que sostengo que el gasto público debe incrementarse, debe gastarse eficientemente y para eso se requiere una reforma fiscal progresiva, que venimos reclamando hace años, basada en impuestos que recaigan sobre los que más tienen, con mayores tasas de impuesto a las ganancias para los tramos superiores, captando las grandes rentas financieras y las fabulosas utilidades de los recursos naturales, entre otras medidas.

Aquellos que rechazan el Fondo del Bicentenario, en realidad están proponiendo utilizar los recursos fiscales para pagar deuda, juntamente con un achique del gasto público para que sea financiable. Esta postura afecta la posibilidad de seguir sosteniendo los planes indispensables de fomento a la economía.

Los que están pidiendo gastar menos y ajuste, no pueden al mismo tiempo estar pidiendo mejorar la distribución de la riqueza, combatir la pobreza y horrorizarse por todos los fenómenos que la pobreza genera.

No deberíamos asustarnos de la idea de que se de la posibilidad de que haya capacidad para gastar más. Si los fondos se manejan adecuadamente, muchas de estas reservas ni siquiera llegarían a utilizarse, porque si la Argentina da sustentabilidad al vencimiento de las obligaciones que hay en este año, es posible que en algún momento pueda salir al mercado voluntario y efectuar renovaciones, pagando los servicios y renovando el capital.

jueves, 21 de enero de 2010

UN VERANO CALIENTE, por Carlos Heller

Publicado el: 21-01-10

Un verano caliente

Por Carlos Heller *


El año nuevo ha comenzado con unas fuertes confrontaciones políticas que se han difundido como controversias judiciales o interpretaciones normativas de incumbencias del Banco Central.

Lo que se debate en el fondo es si el Estado tiene la suma potestad en el manejo de la moneda o si hay un supra-Estado que con autonomía condiciona y limita el manejo monetario de las políticas económicas.


La virulencia con que diversos sectores han asumido la defensa de la actual Carta Orgánica del Banco Central revela la decisión de preservar un dispositivo estratégico creado por el neoliberalismo para garantir el funcionamiento de la economía argentina en el mapa de la globalización trasnacional. La actual disputa nos recuerda dos consignas históricas del Movimiento cooperativo liderado por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos: “El dinero de los argentinos en manos de los argentinos” y “Un país se hace desde adentro o no se hace”.

La globalización neoliberal tuvo dos soportes estratégicos, la globalización financiera y la desregulación total de la economía. El estado fue declarado un artefacto obsoleto y el mercado fue santificado como el dios regulador de las relaciones económicas, sociales y culturales de nuestros países. La actividad financiera y la reestructuración del sistema financiero a partir de la Ley Videla- Martinez de Hoz aún vigente, fue la locomotora del vendaval desnacionalizador y concentrador que azotó y asoló nuestra nación. El Banco Central fue erigido como la catedral del manejo financiero y su rol ha sido el de aplicar las normativas que garanticen la “eficiencia” del sistema bajo el paradigma del mercado.

Por ello el análisis de la crisis provocada por los sectores restauradores de la nueva y vieja derecha no se puede hacer al margen de lo que venimos diciendo en materia de la necesidad de una nueva Ley de Entidades Financieras y ahora la “nueva revelación”: la necesidad de reforma de la Carta Orgánica del Banco Central.

La disputa muestra que el modelo neoliberal no ha muerto y que el nuevo modelo que propiciamos no termina de nacer.

En la Propuesta Cooperativa decíamos que es necesario redefinir los nuevos actores centrales de este nuevo modelo. Decíamos que si el modelo de los noventa estuvo sustentado por los grandes grupos concentrados de la economía, un cambio profundo de marco de referencia para la articulación de lo nuevo está en la centralidad de nuevos actores sociales y económicos. Denominamos a estos actores como los protagonistas de la Economía Social, constituyéndose en un bucle virtuoso entre el Estado y sus empresas de servicios públicos, las entidades cooperativas de las distintas ramas, los trabajadores, las Pymes y las organizaciones empresariales vinculadas y comprometidas con el desarrollo del mercado interno.

Esta aspiración será de difícil cumplimiento si el Estado, profundizando el rol de intervención activa en la economía no recupera la total potestad sobre su moneda y la aplicación de las políticas monetarias a la expansión productiva, a la creación de empleo y a la modernización de las infraestructuras necesarias para su sustento.

Todo el aquelarre conservador actúa de forma consecuente cuando aparecen acciones destinadas a profundizar la intervención del Estado en la economía, ahora es bajo la defensa de la autonomía del Banco Central pero no hace mucho tiempo han destilado el mismo veneno cuando el Estado se dispuso ejercer el poder de voto en las empresas en las que pasó a ser socio cuando se estatizaron los fondos jubilatorios. Recordemos que las AFJP invertían en empresas privadas y entonces había bancos, compañías de todo tipo, en las que poseían el 15%, 20% del capital. Cuando la administración de esos fondos pasaron a manos del Estado, éste quedó en el rol accionista de un montón de esas empresas privadas y comenzó a ejercer su derecho. Las voces que se levantaron desde el diapasón conservador fueron de horror, de alertas de “peligro ante la amenaza intervencionista”.

En realidad las mismas voces que hoy defienden la autonomía del Banco Central son las que añoran el Estado bobo cuya función es auxiliar a las empresas cuando les va mal y que sólo sanciona leyes que defiendan al libre mercado. Por ello cuando hablamos del peligro de la restauración conservadora no estamos agitando fantasmas. Los personajes y las organizaciones empresariales de los grandes factores de poder tienen carne, hueso y nombres y apellido.

Por ello pretendo recentrar el debate acerca de las incumbencias del Banco Central en torno a responder al interrogante de que tipo de sistema financiero hace falta para avanzar hacia un perfil autónomo y emancipador de la economía, con potencialidad de integrarse regionalmente como interfase a la vinculación con los vectores mundiales de poder, y con una concepción de intervención del Estado como masa crítica necesaria que pueda poner coto al poder de las corporaciones trasnacionales.

La cuestión del Banco Central, autonomía y política económica.

Se habla reiteradamente de institucionalidad, aunque esto merece un debate sobre cuál es la institucionalidad que se desea. No cabe duda que defender la aplicación de las leyes de la Nación es esencial, pero ello no quita discutir la conveniencia de esas leyes, y especialmente, la matriz ideológica que las acuñó.

El caso de la Carta Orgánica del Banco Central es un buen ejemplo de una institucionalidad derivada de las recomendaciones del Consenso de Washington, hoy fuertemente discutido, que instauró la independencia del Banco Central de la República Argentina, contrariando gran parte de su historia y ejemplos de varios países que mantienen fuertes lazos comunicantes entre la autoridad monetaria y el Ejecutivo.

La actual Carta Orgánica se gestó en los noventa, y consistió en un decálogo del pensamiento ortodoxo, dado que no sólo limitó sus objetivos, sino que lo desvinculó del resto de los organismos decisorios de política económica.
Dice la Carta Orgánica: "En la formulación y ejecución de la política monetaria y financiera el Banco no estará sujeto a órdenes, indicaciones o instrucciones del Poder Ejecutivo nacional"


Se restringió su misión primaria y fundamental a preservar el valor de la moneda, como si esta función fuera independiente de los niveles de ocupación, del crecimiento del PIB, de la distribución de la riqueza o del poder oligopólico de los formadores de precios. Tan fuerte fue la impronta ideológica, que en los considerandos del proyecto del PEN bajo la orientación de Domingo Cavallo, se establecía que "la necesidad de estabilizar el signo monetario excede el marco de la equidad en la distribución de los recursos".

Así se intentó otorgar a la restricción monetaria un valor superior a la distribución del ingreso y al sufrimiento de los ciudadanos bajo la pobreza. La gran idea que subyace a esta independencia o desconexión del BCRA con el resto de los entes gubernamentales, es vedar a los gobiernos elegidos por el voto popular el ejercicio de la política monetaria.

La fuerte vinculación entre las variables financieras, productivas y sociales desaconseja la absoluta independencia del Banco Central. Imaginemos qué puede suceder si el Banco Central decide establecer una política monetaria ortodoxa de metas de inflación: ante cualquier atisbo de aumentos de precios, rápidamente enfriará la economía vía el aumento de las tasas de interés y menos emisión monetaria, generando una colisión con la necesidad de crecer y generar empleo. Mas aún, teniendo en cuenta que la inflación en Argentina está fuertemente vinculada con el poder de fijación de precios de los grandes conglomerados productivos, una restricción monetaria reduciría la producción y el empleo pero no impactaría sobre los precios. Y la sociedad sufriría el impacto negativo, sin posibilidad de participar. No es sólo una especulación, ya que no es difícil encontrar hoy a economistas y legisladores que propongan aplicar metas de inflación. De hecho, la gestión de Alfonso Pratt Gay (ex presidente del BCRA set. 02/Dic 04) se encaminaba a este sistema.

Otro de los temas primordiales es el nivel del tipo de cambio, esencial para la competitividad exportadora y el desarrollo de la industria. Es atribución del Congreso fijar el valor de la moneda extranjera, pero si se adopta una política de flotación, aparece la cuestión sobre quién debe definir si se sigue a los mercados flotando libremente, lo cual podría llevar a una fuerte revaluación del peso, o se flota en forma administrada para mantener una paridad competitiva. Pareciera que la forma más eficiente es con una fuerte vinculación entre el Ministerio de Economía y el Banco Central, pero actualmente esta decisión queda al arbitrio exclusivo de la dirección del BCRA.

Ante estos conceptos, resulta interesante recordar que la anterior Carta Orgánica, que rigió cerca de veinte años, la Ley 20.539 de 1973, establecía su objeto en "Regular el crédito y los medios de pago a fin de crear condiciones que permitan mantener un desarrollo económico ordenado y creciente, con sentido social, un alto grado de ocupación y el poder adquisitivo de la moneda".

De un Banco Central preocupado por el desarrollo económico, se pasó a un Banco Central autista ¿es ésa la institucionalidad que deseamos mantener hacia el futuro?

La vieja Carta Orgánica disponía entre los objetivos "Ejecutar la política cambiaria trazada por el Ministerio de Economía con asesoramiento del Banco Central ..." a la vez que establecía que "La actuación del banco se ajustará a las directivas que el Gobierno nacional, por intermedio del Ministerio de Economía, dicte en materia de política económica, monetaria, cambiaria y financiera...”

Hurgando en legislación comparada, aparece el caso de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED), cuya misión es conducir la política monetaria de la Nación influenciando las condiciones monetarias y crediticias para perseguir el pleno empleo, la estabilidad de precios y tasas moderadas de interés de largo plazo; para la FED la política monetaria no es ajena al nivel de empleo. Cabe observar que cuando la actual crisis financiera arreciaba, la FED no dudó en saltar normas institucionales para prestarle a aseguradoras, bancos de inversión y hasta a particulares.

Otro ejemplo es Brasil, que posee un Consejo Monetario Nacional que delinea la política monetaria, cuyas funciones se realizan "siguiendo directrices establecidas por el Presidente de la República". Dicho comité está presidido por el Ministro de Hacienda e integrado por los presidentes del Banco Central y del BNDES, y siete miembros más. Vemos entonces una fuerte vinculación entre el Banco Central y el Poder Ejecutivo, lo que no le impidió a Brasil haber obtenido el "grado de inversión" de los mercados internacionales.

Hoy se habla repetidamente de la "independencia" del Banco Central, pero ¿es éste un valor esencial de la democracia? En realidad, pareciera que está reñido con la democracia, puesto que le quita al gobierno de turno la posibilidad del manejo de la política monetaria, una herramienta indispensable para definir el destino económico del país.

La política monetaria es una herramienta importante, pero tiene que estar en función de objetivos trascendentales y amplios; no se debe encargar sólo de defender el valor adquisitivo de la moneda, sino que este objetivo debe estar en consonancia con la posibilidad de generar un desarrollo sustentable, con una mejor distribución de los ingresos y la mejora de las condiciones sociales.

Hacia un nuevo Sistema Financiero

Cuando uno dice que hay que dejar atrás el modelo neoliberal, repito, no debe solamente repudiar lo hecho en aquel momento, sino que además debe buscar desarmar la estructura jurídica, todo el andamiaje ideológico, cultural, que se instaló en esa época.

Por ello cobra relevancia una nueva Ley de Entidades Financieras. Estoy trabajando en ese Proyecto. El objetivo es tenerlo terminado para cuando se comience el período ordinario de sesiones, para los primeros días de marzo.

¿Cuáles serían los puntos más salientes de ese proyecto? Hay dos ejes. El primero tiene que ver con la actividad financiera en sí, que debe ser considerada un servicio público. Cuando decimos eso no decimos que la actividad debe ser prestada sólo por entes públicos, sino que se tiene que prestar un servicio esencial. Algo que es tan importante para la gente, para las empresas, para los países, no puede quedar librado a decisiones de mercado. Debe ser algo que tenga profundas regulaciones a partir de considerarlo esencial para el desarrollo y las mejoras para la calidad de vida y la distribución del ingreso. El segundo eje se detiene en que la ley debería partir de las necesidades de los usuarios, definir las necesidades en materia de servicios financieros, y a partir de allí reglamentar cuáles son los roles, los servicios, que la actividad debe brindar.
La inclusión máxima debe ser un objetivo prioritario. En la Argentina el servicio bancario no llega a la mitad de su población. Hay que crear condiciones para una mayor cobertura geográfica, hay muchísimas ciudades que carecen de servicios financieros.

Tenemos que crear mecanismos que prioricen u obliguen a destinar parte de los recursos al financiamiento de actividades productivas, de la economía social, de los sectores de la pequeña y mediana empresa.

La ley actual es una ley absolutamente de mercado, termina diciendo que los bancos podrán realizar todas las acciones que deseen salvo aquellas que estén estrictamente prohibidas. Queremos ir a una ley donde diga: los bancos pueden realizar esto. La que tenemos es una ley heredada de la Dictadura, del año ’77, de Videla.

Martínez de Hoz en su discurso de presentación dijo que era la ley más importante de su gestión y que estaba destinada a marcar el rumbo económico del país por lo que restaba del siglo. Si queremos salir de ese esquema, y repudiamos esa ideología, tenemos que cambiar los instrumentos en los que esa ideología se sustentó y no caer en la trampa de decir: “Ah, pero está la ley, tenemos que dar seguridad jurídica”. ¿Qué seguridad jurídica? ¿La seguridad jurídica que mantiene los privilegios? ¿La seguridad jurídica que impide mejorar la distribución del ingreso? ¿La seguridad jurídica que mantiene la falta de inclusión social?. Nosotros queremos otra seguridad jurídica. La seguridad jurídica que dice el artículo 14 bis de la Constitución, que todo el mundo tiene derecho a un trabajo decente, a una vivienda digna. Ésa es la seguridad jurídica que nosotros queremos.

Fondo Bicentenario, deuda externa y políticas públicas

De forma coherente con este pensamiento hemos tomado posición señalando
que estamos de acuerdo con los dos decretos de necesidad y urgencia, tanto para el que crea el Fondo del Bicentenario como para el que plantea el cambio del presidente del Banco Central. Entendemos que constituye una potestad del Poder Ejecutivo apelar a los Decretos de Necesidad y Urgencia cuando lo considere pertinente y la Constitución establece los mecanismos para su posterior tratamiento parlamentario. En ese sentido creemos que una convocatoria del Poder Ejecutivo a sesiones extraordinarias, para tratar estos temas, acortaría los tiempos para su resolución.

Un cambio en la presidencia del Banco Central no constituye a nuestro juicio un conflicto de poderes. En la Argentina hay tres poderes, no cuatro. Hay un Poder Ejecutivo, un Poder Legislativo y un Poder Judicial. El Banco Central no es un poder, es una entidad que tiene un determinado grado de autonomía y como ya lo expresé anteriormente debemos avanzar en el rediseño del sistema financiero, y es una excelente oportunidad para cambiar la Carta Orgánica del Banco Central alineando su misión con las políticas públicas de desarrollo con equidad, justicia social, solidaridad, emancipación y soberanía popular.

Creemos también que la utilización de reservas para cancelar deuda libera fondos que están en el presupuesto nacional, recursos fiscales, y que sería lógico que el Parlamento decidiera tratar su destino.

Porque hoy en el presupuesto están incluidos recursos para el pago de deuda y, por lo tanto, de quedar liberados, sería interesante que el conjunto de la sociedad tenga plena conciencia sobre qué se va a hacer con esa plata.

Algunos plantean que hay que atender con las reservas el tema de la deuda interna, nosotros decimos que se pueden usar las reservas para atender el pago de deuda externa y que con los fondos que quedan liberados, aprobados en el presupuesto, se puede perfectamente destinar esos montos a programas sociales, a desarrollar nuevas propuestas de inversión, a infraestructura. Sería una salida correcta y ordenada para el interés nacional.

La disputa es el resultado de la confrontación de intereses en pugna. Y hoy además existe una novedad histórica que contextualiza la actual pulseada. La Argentina llegó siempre a las crisis y al colapso político sobre la base de la necesidad de dirimir quienes en cada momento deberían pagar el ajuste económico en situaciones de un Estado deficitario.

Hoy la disputa es si lo superavitario y las perspectivas de crecimiento económico futuro basada en las favorables condiciones internacionales son palancas de políticas públicas redistribucionistas o son pura toma de ganancia de los grupos concentrados.En este marco de pensamiento mi invitación es desjudicializar el debate, polítizar lo económico y abrir cauces de confluencia para todos los que queremos lo mismo, profundizar las transformaciones, defender todo lo que se ha hecho bien y avanzar decididamente por todo lo que hace falta, para lograr una Argentina emancipada, democráticamente justa y solidaria, sin pobreza y con desarrollo social para todo nuestro pueblo.

* Diputado Nacional, Nuevo Encuentro Popular y Solidario

martes, 19 de enero de 2010

BANCO CENTRAL - PARA HELLER, TRANQUILIDAD DE MERCADOS "SON SEÑAL DE FORTALEZA"

19/01/2010 - 10:46 - Télam

BANCO CENTRAL - PARA HELLER, TRANQUILIDAD DE MERCADOS "SON SEÑAL DE FORTALEZA"

Buenos Aires, 19 de enero (Télam).- El diputado por Nuevo Encuentro Popular y Solidario, Carlos Heller, destacó hoy que la "tranquilidad" que muestran los mercados "da señales de fortaleza muy grande" en la economía argentina, que no se vio afectada por el debate sobre el pago de la deuda con reservas del Banco Central.

Heller subrayó la "tranquilidad de las empresas, público y operadores" en tanto "dan señal de fortaleza muy grande de la macroeconomía y de las perspectivas de la economía para este año" ante las repercusiones por el pago con reservas de la deuda 2010 y la postura de no renunciar del titular del Banco Central, Martín Redrado.

"En cualquier otro momento de la historia argentina, un conflicto de estas características hubiera generado en los mercados una confusión enorme" analizó el también titular del Banco Credicoop en declaraciones a radio Mitre.

El diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires reiteró su apoyo al pago de seis mil millones de deuda con reservas del Banco Central y también a la formación de una comisión bicameral que investigue el origen de la deuda externa, porque, explicó, corresponde a períodos diferentes.

"Ese debate corresponde a deuda de la dictadura y a la que contrajo (el ex ministro) Domingo Cavallo en 1982" y advirtió que "poner en tela de juicio los pagos que la Argentina tiene que hacer en 2010 traería como perjuicio un enrarecimiento de la situación interna y una mayor dificultad para conseguir financiamiento" .

Recordó que la denuncia de (Alejandro) Olmos y el fallo del juez (Jorge) Ballesteros declarando la ilegalidad de la deuda externa "está referida a 12 mil millones de dólares contraídos por la dictadura militar más 8 mil millones de dólares de la deuda privada que Cavallo estatizó en 1982" , recordó Heller.

Aclaró que el debate sobre la legitimidad de la deuda que impulsan otros sectores de centro izquierda "no tiene que ver con los Boden 2012 que vencen este año y que muchos "están en manos de ciudadanos argentinos, jubilados y ahorristas" y tampoco "con los bonos emitidos después de 2005 con leyes que aprobó el mismo Parlamento".

Consultado sobre la situación de Redrado, aseguró que "debe terminar con la remoción" y señaló que "la traba es la consulta en el Congreso", que aunque es facultad del Poder Ejecutivo llamar a sesiones extraordinarias "no le hace bien a la economía".

“Hay que desarmar el andamiaje de los 90”

17-01-10 - Por Matías Castañeda - Diario: Miradas Al Sur

“Hay que desarmar el andamiaje de los 90”

ENTREVISTA A CARLOS HELLER

EL LEGISLADOR INSISTE EN QUE PRESENTARÁ SU PROYECTO DE LEY DE ENTIDADES FINANCIERAS, APOYA CON MATICES LO HECHO POR EL GOBIERNO CON EL CENTRAL Y DESMITIFICA CUESTIONES SOBRE LA DEUDA EXTERNA

Tras una vida dedicada al movimiento cooperativo, el legislador electo Carlos Heller dice estar muy entusiasmado ante la idea de ocupar por primera vez un cargo dentro de la estructura estatal.

Ya conformó junto a los diputados Martín Sabbatella, Ariel Basteiro, Jorge Rivas y Vilma Ibarra el bloque Nuevo Encuentro Popular y Solidario, desde donde buscarán articular desde "una mirada progresista" proyectos que puedan llegar a convertirse en ley. También aspira a "articular espacios comunes con otros sectores, creando consensos más amplios". Heller, presidente del Banco Credicoop, es sin duda una voz autorizada para hablar sobre los asuntos de fondo ligados al debate de estos días sobre el rol del Banco Central, los mitos sobre su autonomía, las competencias del Ejecutivo en relación con las políticas monetarias y económicas y la necesidad de discutir el modelo financiero. Por si esto fuera poco,Heller desmitifica la discusión histórica sobre la revisión de la deuda externa.

–¿Cuál es la posición de su bloque respecto de los decretos firmados por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en relación con el Banco Central y el pago de la deuda? –Sacamos un comunicado firmado por los cinco integrantes del bloque que básicamente dice que estamos de acuerdo con los dos decretos de necesidad y urgencia, tanto para el que crea el Fondo del Bicentenario como para el que plantea la remoción del presidente del Banco Central.

Creemos, asimismo, que tiene que ser tratado en el marco del Parlamento y en ese sentido apoyamos la idea de convocatoria para efectuar sesiones extraordinarias, porque creemos que es la única manera en que se puede lograr una resolución. Creemos también que la utilización de reservas para cancelar deuda libera fondos que están en el presupuesto nacional, recursos fiscales, y que sería lógico que el Parlamento decidiera tratar su destino.

Porque hoy en el presupuesto están incluidos recursos para el pago de deuda y, por lo tanto, de quedar liberados; sería interesante que el conjunto de la sociedad tenga plena conciencia sobre qué se va a hacer con esa plata.

–Es decir, apoyan el uso de reservas para el pago de deuda pero piden participar en la discusión sobre el destino de los fondos ya aprobados en el presupuesto a ese fin...

–Algunos plantean que hay que atender con las reservas el tema de la deuda interna, nosotros decimos que se pueden usar las reservas para atender el pago de deuda externa y que con los fondos que quedan liberados, aprobados en el presupuesto, se puede perfectamente destinar esos montos a programas sociales, a desarrollar nuevas propuestas de inversión, a infraestructura. Creemos que todo eso debe ser propuesto y tratado por el Parlamento.

Sería una salida correcta y ordenada para el interés nacional.

–Esta semana se discutió en favor y en contra de la necesidad de respetar la autonomía del Banco Central, ¿cuál es su opinión? –Nos parece bien la creación del Fondo y también que se produzca un cambio en la presidencia del Banco Central, porque no aceptamos la idea de que se trata de un conflicto de poderes. En la Argentina hay tres poderes, no cuatro. Hay un Poder Ejecutivo, un Poder Legislativo y un Poder Judicial. El Banco Central no es un poder, es una entidad que tiene un determinado grado de autonomía.

–También se planteó el debate sobre la necesidad de una modificación de la Carta Orgánica del Bcra...

–Esa autonomía es producto de la reforma que en el año ’93 llevó adelante el gobierno de Carlos Menem, mientras Domingo Cavallo era su ministro de Economía, y que en realidad responde a las más profundas exigencias del Consenso de Washington.

La idea de las autono-mías de los Bancos Centrales es uno de los ejes del concepto neoliberal.

Entonces, cuando uno dice que está en contra de la idea neoliberal, y de lo que en la década del ’90 se construyó, también debe buscar desarmar aquellos instrumentos jurídicos que se constituyeron en esos años. El Banco Central debe tener la responsabilidad de la ejecución de la política monetaria, pero la política monetaria deber ser parte de la política económica.

–¿Qué opina de la actitud de Martín Redrado de resistirse a abandonar la dirección del organismo? –Más allá de la figura de Martín Redrado creo que debería encararse una modificación de la Carta Orgánica del Banco Central. Si se mira la Carta anterior, que rigió entre el ’73 y el ’93, el Banco Central tenía asignadas un conjunto de funciones que iban mucho más allá del control del valor de la moneda.

Tenía que ver con la creación de empleo, con la mejora de la distribución del ingreso, con la defensa de las economías provinciales, de las pequeñas y medianas empresas...

–Tenía una función más social...

–Tenía una función muchísimo más social. La reforma de Cavallo y Menem del ’93 dice, casi textual, que el control monetario está por encima incluso de los temas que tienen que ver con la mejora de la distribución de la riqueza.

Cuando uno dice que hay que dejar atrás el modelo neoliberal, repito, no debe solamente repudiar lo hecho en aquel momento, sino que además debe buscar desarmar la estructura jurídica, todo el andamiaje ideológico, cultural, que se instaló en esa época.

–¿En qué estado está el proyecto de reforma de la actual Ley de Entidades Financieras que promovió usted tan fuertemente en la última campaña electoral? –Estoy trabajando en esa nueva Ley. El objetivo es tener un proyecto terminado para cuando se comience el período ordinario de sesiones, para los primeros días de marzo, que es cuando podemos como diputados presentar proyectos.

–¿Cuales serían los puntos más salientes de ese proyecto? –Hay dos ejes. El primero tiene que ver con la actividad financiera en sí, que debe ser considerada un servicio público. Cuando decimos eso no decimos que la actividad debe ser prestada sólo por entes públicos, sino que se tiene que prestar un servicio esencial. Algo que es tan importante para la gente, para las empresas, para los países, no puede quedar librado a decisiones de mercado.Debe ser algo que tenga profundas regulaciones a partir de considerar lo esencial para el desarrollo y las mejoras para la calidad de vida y la distribución del ingreso. El segundo eje se detiene en que la ley debería partir de las necesidades de los usuarios, definir las necesidades en materia de servicios financieros, y a partir de allí reglamentar cuáles son los roles, los servicios, que la actividad debe brindar.

Prioridades como la inclusión máxima. En la Argentina el servicio bancario no llega a la mitad de su población. Hay que crear condiciones para una mayor cobertura geográfica, hay muchísimas ciudades que carecen de servicios financieros en la Argentina.

Tenemos que crear mecanismos que prioricen u obliguen a destinar parte de los recursos al financiamiento de actividades productivas, de la economía social, de los sectores de la pequeña y mediana empresa.

–¿Qué puede decir entonces sobre la ley que hoy rige las actividades financieras? –La ley argentina es una ley absolutamente de mercado, termina diciendo algo así como que los bancos podrán realizar todas las acciones que deseen salvo aquellas que estén estrictamente prohibidas. Queremos ir a una ley donde diga: los bancos pueden realizar esto. La que tenemos es una ley de la Dictadura, del año ’77, de Videla. Acá volvemos a lo de la Carta Orgánica: Martínez de Hoz en su discurso de presentación dijo "es la ley más importante de nuestro proceso y está destinada a marcar el rumbo económico del país por lo que resta del siglo". Si queremos salir de ese esquema, y repudiamos esa ideología, tenemos que cambiar los instrumentos en los que esa ideología se sustentó y no caer en la trampa de decir: "Ah, pero está la ley, tenemos que dar seguridad jurídica". ¿Qué seguridad jurídica? ¿La seguridad jurídica que mantiene los privilegios? ¿La seguridad jurídica que impide mejorar la distribución del ingreso? ¿La seguridad jurídica que mantiene la falta de inclusión social? Nosotros queremos otra seguridad jurídica. La seguridad jurídica que dice el artículo 14 bis de la Constitución, que todo el mundo tiene derecho a un trabajo decente, a una vivienda digna. Ésa es la seguridad jurídica que nosotros queremos.

–En una reciente entrevista que le hizo Horacio Verbitsky, el ex presidente Néstor Kirchner habló sobre la posibilidad de sancionar esta ley pero no se mostró del todo entusiasmado...

–Estoy trabajando en ese proyecto autónomamente, y no tiene por qué comprarse a libro cerrado.

No deseo hacer un proyecto testimonial.Voy a intentar conseguir los apoyos necesarios, y si puedo contar con el apoyo del Ejecutivo y de los legisladores que conforman el espacio oficialista, bienvenido sea. Y mejor si puedo obtener el apoyo de otros sectores, como el de la centroizquierda, que son imprescindibles para que el proyecto pueda convertirse en ley. Particularmente cuando leí lo que dijo Kirchner, lo leí como una buena noticia.

sábado, 16 de enero de 2010

LOS DEBATES PENDIENTES - Por Raúl Dellatorre

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-138590-2010-01-16.html
PAGINA/12 - Sábado, 16 de enero de 2010

Los debates pendientes

Por Raúl Dellatorre

La compleja situación generada en los últimos días tanto con respecto de las facultades de la autoridad monetaria como respecto del pago de la deuda hubiera suscitado, en otras circunstancias, un profundo debate en torno de cuestiones de fondo largamente postergadas en nuestro país. La autonomía del Banco Central, el uso de las reservas internacionales, el depósito de esas reservas internacionales en cuentas radicadas en Estados Unidos y la falta de entusiasmo, por el contrario, para promover la creación del Banco del Sur como alternativa de entidad supranacional, pero genuina, son algunas de estas cuestiones. Se habría esperado que los sectores de izquierda, algunos con significativa representación parlamentaria y participación en los medios, podrían haber intentado instalar estos debates. Pero no: la derecha (política, económica y mediática) sigue imponiendo los temas centrales de la agenda. Los cuestionamientos de la izquierda, centrados en la consigna del “no pago de la deuda ilegítima” y el planteo de usar los fondos públicos para un programa de políticas sociales, quedaron desdibujados detrás de los ejes que impuso la postura conservadora tradicional o neoliberal. Por falta de audacia en exponer las cuestiones de fondo, los sectores más progresistas quedaron al margen de la pulseada principal y privaron a la sociedad de un debate seguramente más enriquecedor. En definitiva, como si fuera una condena histórica, el Gobierno quedó otra vez “corrido por derecha”.

El Gobierno logró sortear la carga de la crisis financiera internacional de los años 2008/2009 sin sobresaltos en materia de tipos de cambio ni daños mayores a la estructura bancaria, dos problemas que caracterizaron la secuela del conflicto tal como lo sufrió buena parte del resto del mundo. Durante ese período, Argentina logró acumular reservas internacionales y, si sufrió un desajuste en las cuentas fiscales, no fue por tener que recurrir a monumentales subsidios a bancos y conglomerados empresarios en riesgo de muerte, como ocurrió en Estados Unidos. Sin embargo, la prudencia demostrada en el manejo de la crisis, aun en medio de un proceso electoral que le fue adverso, no le significó al Gobierno respiro suficiente. Al menos, desde el punto de vista político y en base a las relaciones de poder vigente, el Ejecutivo no parece tener el margen de acción exhibido en otros momentos no tan lejanos, como cuando recuperó el sistema previsional o cuando decidió desplazar a las autoridades privadas de la conducción de Aerolíneas, superando en ambos casos los obstáculos que intentó imponer la oposición.

Lo curioso es que en un asunto que resultaba, en los papeles, más del agrado de la oposición tradicional de derecha que del Gobierno, como es dar satisfacción a la demanda de pago de los acreedores que quedaron afuera del canje de 2005 (los “holdouts”), terminó en una madeja de complicaciones planteadas por esa misma oposición como si tratara de bloquear esa salida. Más preocupante es que la oposición de centroizquierda, que en las últimas elecciones legislativas había recuperado un espacio de representatividad propia, no fuera capaz de cambiar el eje de la disputa planteada por la derecha y terminara entrampada en una discusión en la que, más que forzar una salida “progresista” antes que retrógrada, podría hasta resultar funcional a esta última por acorralamiento del Gobierno.

Cuando la discusión pasó de la creación del Fondo del Bicentenario a la continuidad o no de Martín Redrado al frente del Banco Central, y de allí a la autonomía o no de esta última institución respecto de las políticas económicas decididas desde el Poder Ejecutivo, se verificó un profundo vacío en el debate. ¿Por qué, desde ningún sector de la oposición, se planteó con firmeza la necesidad de un pronunciamiento que cuestionara ese viejo dogma conservador, recogido por la Ley de Entidades Financieras de la dictadura en 1977, de que el Banco Central es una entidad autónoma del poder elegido por el pueblo para gobernar? Hubo, sí, algunas tímidas expresiones en ese sentido, pero sin llegar a tomarse como un eje central de la postura. Tal vez, por la especulación de no acompañar ni fortalecer la posición de Carlos Heller, autor del proyecto de reforma a la Ley de Entidades Financieras que aún el Gobierno no hizo suyo, que quedó peleando contra las facultades otorgadas al Banco Central por la dictadura casi en soledad.

Mientras, la derecha alzaba la figura de Redrado casi como una bandera del republicanismo y hacía del Banco Central un ente intocable como una vaca sagrada en la India. El debate sobre la legitimidad de la autonomía del Banco Central quedó desechado.

Otro tanto pasó cuando el asunto a tratar fue el uso de las reservas. En este caso existió una postura desde el centroizquierda proponiendo un destino distinto para el fondo a constituir con reservas, pero no un debate estratégico sobre qué papel juegan las mismas en un país necesitado de una política de desarrollo y redistribución social ni sobre las atribuciones de un gobierno elegido por la voluntad popular para hacer uso de ellas. El centroizquierda, al conformarse con cuestionar la propuesta coyuntural presentada por el Gobierno para conformar el Fondo de Garantía a favor de los acreedores, se quedó otra vez a mitad de camino.

Dicho de otro modo, distinto hubiera sido el debate si en vez de limitarse a cuestionar al Gobierno, un sector de la oposición se hubiera encargado de debatir con la derecha sobre cuestiones de fondo que tienen que ver con el modelo impuesto entre los ’80 y los ’90, y en muchos aspectos económicos aún vigente.

Cuando el tema fue el embargo del juez de Nueva York Thomas Griesa contra las cuentas del Banco Central en aquella plaza financiera, volvió a quedar picando otra cuestión de fondo que el centroizquierda dejó pasar de lado. Si bien en este caso se trata de una cuenta operativa y no de depósito de las reservas, no es menos cierto que la plaza neoyorquina es, normalmente, la “elegida” por las distintas autoridades del Banco Central para colocar sus activos de cualquier especie. ¿Nadie tiene nada que decir para cuestionarlo? La derecha lo tiene claro: respaldó al juez Griesa, quien tendría mejor criterio que el gobierno argentino para disponer de los fondos soberanos, a su entender. ¿Y el centroizquierda? No abrió un debate sobre dónde se colocan las reservas internacionales y los fondos para el pago de cuentas externas. Nadie reflotó la idea del Banco del Sur como herramienta autónoma de la región, para habilitarlo como depositario de parte de las reservas y agente de pagos de deudas financieras, y a su vez para el uso de los fondos que le queden disponibles para proyectos de desarrollo e integración regional. ¿No era el mejor momento para tocar el tema?

No se trata de sostener que el Gobierno “hace todo bien” y que todos los que lo critican “están en contra de los intereses nacionales”. Eso es parte del debate político Gobierno-oposición que puede tener la validez, o no, de acuerdo con la oportunidad en que se plantea. Acá se intenta abordar otra cuestión: el debate de propuestas transformadoras, los cambios estructurales que hacen falta para poner al sector financiero al servicio de un proyecto de inclusión social por redistribución de riqueza y poder, la eliminación de trabas históricas impuestas por una dependencia económica y financiera que van más allá de las condiciones en que fue planteada esta deuda externa (que, dicho sea de paso, ya casi no tiene puntos de contacto con la pactada durante la dictadura). Nadie espera que estos temas sean puestos en agenda por la derecha. Que estos debates no los plantee el Gobierno, es parte de sus falencias. Que no los plantee una oposición de izquierda o centroizquierda, en cambio, es directamente cuestionador de su propia vigencia como tal, porque desequilibra peligrosamente el panorama de la discusión.

Así plasmadas las cosas, no es de extrañar que todo el debate económico esté corrido tan a la derecha. Y hacia allí quedará recostado, de aquí a las elecciones de 2011, si quienes tienen la responsabilidad de plantear algo distinto –desde el Gobierno o una oposición de centroizquierda– no reaccionan a tiempo.

miércoles, 13 de enero de 2010

Posición del Partido Solidario: Queremos un Banco Central para un proyecto de país diferente

Posición del Partido Solidario

Queremos un Banco Central para un proyecto de país diferente.

A partir de la situación creada por la remoción del titular del Banco Central dispuesta por la Presidenta de la Nación, la discusión debe centrarse en la cuestión de fondo que son los límites de la autonomía del Banco Central y sus funciones, un tema que obvian las distintas controversias y pronunciamientos que se realizan actualmente.

El Fondo del Bicentenario

Un DNU tiene fuerza de ley hasta tanto no sea tratado por las Cámaras del Congreso, y por lo tanto tiene toda la legalidad, es un recurso legítimo del Poder Ejecutivo reglamentado por la Constitución Nacional, y tiene preeminencia sobre la Carta Orgánica del BCRA, teniendo en cuenta que, en este caso, la modifica.
Ya nos hemos pronunciado en varias oportunidades sobre el Fondo del Bicentenario para el Desendeudamiento y la Estabilidad, remarcando que al poder refinanciar a tasas bajas los pagos por amortizaciones de deuda , se evita utilizar recursos fiscales a tal fin, que pueden destinarse a un mayor gasto social o una mayor inversión en infraestructura. Aquellos que rechazan el Fondo del Bicentenario, en realidad están proponiendo utilizar los recursos fiscales para pagar deuda, conjuntamente con un achique del gasto público para que sea financiable. Esta postura afecta la posibilidad de seguir sosteniendo los planes de seguridad social, la universalización del seguro para la niñez y otros gastos indispensables de fomento a la economía.
Sostenemos que el gasto público debe incrementarse, debe gastarse eficientemente y para eso se requiere una reforma fiscal progresiva, que venimos reclamando hace años. Esta reforma debe basarse en el incremento de impuestos progresivos que recaigan sobre los que más tienen, con mayores tasas de impuesto a las ganancias para los tramos superiores, captando las grandes rentas financieras, las fabulosas utilidades de los recursos naturales e instaurando el impuesto a la herencia, entre otras medidas.

La cuestión del Banco Central

Se habla reiteradamente de institucionalidad, aunque esto merece un debate sobre cuál es la institucionalidad que se desea. No cabe duda que defender la aplicación de las leyes de la Nación es esencial, pero ello no quita discutir la conveniencia de esas leyes, y especialmente, la matriz ideológica que las acuñó.
El caso de la Carta Orgánica del Banco Central es un buen ejemplo de una institucionalidad derivada de las recomendaciones del Consenso de Washington, hoy fuertemente discutido, que instauró una indestructible independencia del Banco Central de la República Argentina, contrariando gran parte de su historia y ejemplos de varios países que mantienen fuertes lazos comunicantes entre la autoridad monetaria y el Ejecutivo.
La actual Carta Orgánica se gestó en los noventa, y consistió en un decálogo del pensamiento ortodoxo, dado que no sólo limitó sus objetivos, sino que lo desvinculó del resto de los organismos decisorios de política económica.
Al igual que con la discusión de las empresas públicas de servicios, en la cual se cargaron las tintas en sus costos para el fisco y muchas veces en ineficiencias reales, se las destruyó bajo la promesa de un venturoso futuro privatizado; la realidad demostró que fueron peor gestionadas que las anteriores empresas públicas, pero con mayores costos para los usuarios.
En el caso del Banco Central, ante un enfoque ideológico que cifró la inflación exclusivamente en la emisión de dinero, en vez de regular y establecer parámetros para el financiamiento del BCRA al gobierno, una actividad que realizan todos los Bancos Centrales del mundo, se optó por prohibir ese financiamiento, al igual que restringir el papel de prestamista de ultima instancia. Estas dos obcecadas restricciones tuvieron que ser morigeradas por sus propios impulsores cuando arreció el vendaval del “Tequila” allá por 1995.
Se restringió su misión primaria y fundamental a preservar el valor de la moneda, como si esta función fuera independiente de los niveles de ocupación, del crecimiento del PIB , de la distribución de la riqueza o del poder oligopólico de los formadores de precios. Tan fuerte fue la impronta ideológica, que en los considerandos del proyecto de ley actual, confeccionados por el PEN bajo la dirección de Domingo Cavallo, se establecía que “la necesidad de estabilizar el signo monetario excede el marco de la equidad en la distribución de los recursos” . Así se intentó otorgar a la restricción monetaria un valor superior a la distribución del ingreso y al sufrimiento de los ciudadanos bajo la pobreza.
La gran idea que subyace a esta independencia o desconexión del BCRA con el resto de los entes gubernamentales, es vedar a los gobiernos elegidos por el voto popular el ejercicio de la política monetaria, y que ésta quede en manos de tecnócratas, que no son apolíticos, sino que tienen una ideología económica bien definida.
Ante estos conceptos, resulta interesante recordar que la anterior Carta Orgánica, que rigió cerca de veinte años, la Ley 20.539 de 1973, establecía su objeto en “Regular el crédito y los medios de pago a fin de crear condiciones que permitan mantener un desarrollo económico ordenado y creciente, con sentido social, un alto grado de ocupación y el poder adquisitivo de la moneda”.
De un Banco Central preocupado por el desarrollo económico, se pasó a un Banco Central autista ¿es ésa la institucionalidad que deseamos mantener hacia el futuro?.
La vieja Carta Orgánica disponía entre los objetivos “Ejecutar la política cambiaria trazada por el Ministerio de Economía con asesoramiento del Banco Central y concentrar y administrar las reservas de oro y divisas y otros activos externos del país” a la vez que normaba en su artículo 4º que “La actuación del banco se ajustará a las directivas que el Gobierno nacional, por intermedio del Ministerio de Economía, dicte en materia de política económica, monetaria, cambiaria y financiera, y dentro de este principio, deben interpretarse las atribuciones que se le acuerden al Banco Central...”
Hurgando en legislación comparada, hay patrones importantes de vinculación entre la autoridad monetaria, la prosecución de metas económicas amplias y la vinculación con los estamentos del Poder Ejecutivo de cada país. Un ejemplo es el de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED), cuya misión es conducir la política monetaria de la Nación influenciando las condiciones monetarias y crediticias para perseguir el pleno empleo, la estabilidad de precios y tasas moderadas de interés de largo plazo; para la FED la política monetaria no es ajena al nivel de empleo.
Cabe observar que cuando la actual crisis financiera arreciaba, la FED no dudó en saltar normas institucionales para prestarle a aseguradoras, bancos de inversión y hasta a particulares.
Un ejemplo también importante lo podemos encontrar en nuestro socio estratégico, Brasil, que posee un Consejo Monetario Nacional que delinea la política monetaria, cuyas funciones se realizan “siguiendo directrices establecidas por el Presidente de la República”. Dicho comité está integrado por el Presidente del Banco Central, el Ministro de Hacienda, el Presidente del BNDES, y siete miembros elegidos por sus conocimientos. Al contrario de lo que podrían pensar muchos de los analistas argentinos, el presidente de este Consejo es el Ministro de Economía. Vemos entonces una fuerte vinculación entre la implementación de la Política Monetaria y las distintas jerarquías del Poder Ejecutivo, lo que no le impide a Brasil aplicar una política de metas de inflación, ni tampoco haber obtenido el “grado de inversión” de los mercados internacionales.
Hoy se habla repetidamente de la “independencia" del Banco Central, pero ¿es éste un valor esencial de la democracia? . En realidad, pareciera que está reñido con la democracia, puesto que le quita al gobierno de turno la posibilidad del manejo de la política monetaria, una herramienta indispensable para definir el destino económico del país.
La política monetaria es una herramienta importante, pero tiene que estar en función de objetivos trascendentales y amplios; no se debe encargar sólo de defender el valor adquisitivo de la moneda, sino que este objetivo debe estar en consonancia con la posibilidad de generar un desarrollo sustentable, con una mejor distribución de los ingresos y la mejora de las condiciones sociales. Esta proposición no es una lista de aspiraciones, sino los requisitos para el establecimiento de las condiciones materiales necesarias para poder aspirar a un país con más desarrollo e igualdad distributiva.

sábado, 9 de enero de 2010

Banco Central para un proyecto de país diferente, por Carlos Heller

Fuente: www.pagina12.com.ar - Sábado, 9 de enero de 2010
( http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/138254-44602-2010-01-09.html )

Banco Central para un proyecto de país diferente



Por Carlos Heller *

A partir de la situación creada por la remoción del titular del Banco Central dispuesta por la presidenta de la Nación, la discusión debe centrarse en la cuestión de fondo que son los límites de la autonomía del Banco Central y sus funciones, un tema que obvian las distintas controversias y pronunciamientos que se realizan actualmente.

El Fondo del Bicentenario, al cancelar deuda y permitir conseguir préstamos a tasas bajas para refinanciar los pagos de deuda, evita utilizar recursos fiscales para tal fin, que pueden destinarse a un mayor gasto social, la universalización del seguro para la niñez, o una mayor inversión en infraestructura. Aquellos que rechazan el Fondo del Bicentenario, en realidad están proponiendo utilizar los recursos fiscales para pagar deuda, juntamente con un achique del gasto público para que sea financiable. Esta postura afecta la posibilidad de seguir sosteniendo los planes indispensables de fomento a la economía.

Sostenemos que el gasto público debe incrementarse, debe gastarse eficientemente y para eso se requiere una reforma fiscal progresiva, que venimos reclamando hace años, basada en impuestos que recaigan sobre los que más tienen, con mayores tasas de impuesto a las ganancias para los tramos superiores, captando las grandes rentas financieras y las fabulosas utilidades de los recursos naturales, entre otras medidas.

La cuestión del Banco Central: se habla reiteradamente de institucionalidad, aunque esto merece un debate sobre cuál es la institucionalidad que se desea. No cabe duda de que defender la aplicación de las leyes de la Nación es esencial, pero ello no quita discutir la conveniencia de esas leyes y, especialmente, la matriz ideológica que las acuñó.

El caso de la Carta Orgánica del Banco Central es un buen ejemplo de una institucionalidad derivada de las recomendaciones del Consenso de Washington, hoy fuertemente discutido, que instauró la independencia del Banco Central de la República Argentina, contrariando gran parte de su historia y ejemplos de varios países que mantienen fuertes lazos comunicantes entre la autoridad monetaria y el Ejecutivo.

La actual Carta Orgánica se gestó en los noventa y consistió en un decálogo del pensamiento ortodoxo, dado que no sólo limitó sus objetivos, sino que lo desvinculó del resto de los organismos decisorios de política económica.

Ante un enfoque ideológico que cifró la inflación exclusivamente en la emisión de dinero, en vez de regular y establecer parámetros para el financiamiento del BCRA al Gobierno, una actividad que realizan todos los Bancos Centrales del mundo, se optó por prohibir ese financiamiento, al igual que restringir el papel de prestamista de última instancia. Estas dos obcecadas restricciones tuvieron que ser morigeradas por sus propios impulsores cuando arreció el vendaval del Tequila allá por 1995.

Se restringió su misión primaria y fundamental a preservar el valor de la moneda, como si esta función fuera independiente de los niveles de ocupación, del crecimiento del PIB, de la distribución de la riqueza o del poder oligopólico de los formadores de precios. Tan fuerte fue la impronta ideológica, que en los considerandos del proyecto del PEN bajo la orientación de Domingo Cavallo, se establecía que “la necesidad de estabilizar el signo monetario excede el marco de la equidad en la distribución de los recursos”. Así se intentó otorgar a la restricción monetaria un valor superior a la distribución del ingreso y al sufrimiento de los ciudadanos bajo la pobreza.

La gran idea que subyace a esta independencia o desconexión del BCRA con el resto de los entes gubernamentales, es vedar a los gobiernos elegidos por el voto popular el ejercicio de la política monetaria.

Ante estos conceptos, resulta interesante recordar que la anterior Carta Orgánica, que rigió cerca de veinte años, la Ley 20.539 de 1973, establecía su objeto en “regular el crédito y los medios de pago a fin de crear condiciones que permitan mantener un desarrollo económico ordenado y creciente, con sentido social, un alto grado de ocupación y el poder adquisitivo de la moneda”.

De un Banco Central preocupado por el desarrollo económico, se pasó a un Banco Central autista; ¿es ésa la institucionalidad que deseamos mantener hacia el futuro?

La vieja Carta Orgánica disponía entre los objetivos “ejecutar la política cambiaria trazada por el Ministerio de Economía con asesoramiento del Banco Central ...”, a la vez que establecía que “la actuación del banco se ajustará a las directivas que el gobierno nacional, por intermedio del Ministerio de Economía, dicte en materia de política económica, monetaria, cambiaria y financiera...”.

Hurgando en legislación comparada, aparece el caso de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED), cuya misión es conducir la política monetaria de la Nación influenciando las condiciones monetarias y crediticias para perseguir el pleno empleo, la estabilidad de precios y tasas moderadas de interés de largo plazo; para la FED la política monetaria no es ajena al nivel de empleo.

Cabe observar que cuando la actual crisis financiera arreciaba, la FED no dudó en saltar normas institucionales para prestarles a aseguradoras, bancos de inversión y hasta a particulares.

Otro ejemplo es Brasil, que posee un Consejo Monetario Nacional que delinea la política monetaria, cuyas funciones se realizan “siguiendo directrices establecidas por el presidente de la República”. Dicho comité está presidido por el ministro de Hacienda e integrado por los presidentes del Banco Central y del Bndes, y siete miembros más. Vemos entonces una fuerte vinculación entre el Banco Central y el Poder Ejecutivo, lo que no le impidió a Brasil haber obtenido el “grado de inversión” de los mercados internacionales.

Hoy se habla repetidamente de la “independencia” del Banco Central, pero ¿es éste un valor esencial de la democracia? En realidad, pareciera que está reñido con la democracia, puesto que le quita al gobierno de turno la posibilidad del manejo de la política monetaria, una herramienta indispensable para definir el destino económico del país.

La política monetaria es una herramienta importante, pero tiene que estar en función de objetivos trascendentales y amplios; no se debe encargar sólo de defender el valor adquisitivo de la moneda, sino que este objetivo debe estar en consonancia con la posibilidad de generar un desarrollo sustentable, con una mejor distribución de los ingresos y la mejora de las condiciones sociales.

* Diputado nacional.

miércoles, 6 de enero de 2010

Carlos Heller en A Dos Voces por TN - 30.12.09


Carlos Heller en A Dos Voces por TN - 30/12/2009

sábado, 2 de enero de 2010

DIEZ PUNTOS DE ACUERDO POR LA SEGURIDAD DEMOCRÁTICA‏

Compañeras y Compañeros:

Dada su trascendencia política, se publica el presente Documento suscripto por dirigentes políticos, de la cultura y la sociedad; entre los que figura nuestro Diputado Carlos Heller.
Es un documento de hondas definiciones y crudezas de acción política para la discusión y el trabajo militante.
_________________________________________________________



El acuerdo considera un engaño al discurso de la mano dura, analiza la responsabilidad del Estado y la gestión democrática de las instituciones de seguridad.
Las respuestas estatales autoritarias e ineficientes frente al delito y la fuerte dosis de exclusión y violencia que domina el debate público y orienta muchas de las acciones del Estado en la materia exigen una discusión abierta y pluralista, capaz de alcanzar acuerdos básicos sobre políticas democráticas de seguridad que atiendan las legítimas demandas de la sociedad.
Esta situación exige instituciones de seguridad comprometidas con valores democráticos y el rechazo a políticas demagógicas e improvisadas, dirigidas a generar expectativas sociales en la eficacia de medidas abusivas que sólo agravan el problema y reproducen la violencia.

1 El Estado frente al problema del delito

En nuestro país, la acción del Estado frente al incremento de la violencia y el delito se ha limitado mayormente a respuestas facilistas y autoritarias que consolidaron la ineficacia policial, judicial y penitenciaria.

En los últimos años, algunos procesos de reforma de las instituciones de seguridad tuvieron resultados favorables, pero fueron interrumpidos para volver a políticas de probado fracaso.

2 El engaño de la mano dura

Las políticas de mano dura no han reducido el delito, han aumentado la violencia y, en algunos casos, hasta han amenazado la gobernabilidad democrática.

La delegación de la seguridad en las policías, el incremento de las penas, el debilitamiento de las garantías y las políticas centradas en el encarcelamiento masivo basado en la prisión preventiva son los ejes recurrentes de estas políticas de mano dura.

Los reiterados fracasos de estas políticas han sido utilizados para insistir con las mismas recetas, en una espiral irresponsable que nunca rindió cuenta de sus resultados.

Esta sucesión de intervenciones erradas ha constituido un impedimento para la profesionalización de las policías y ha potenciado la acción de redes de ilegalidad en las que intervienen funcionarios públicos.

3 Responsabilidad del Estado

El Estado tiene la responsabilidad de asegurar a la población el libre ejercicio y goce de sus derechos. La construcción de una ciudadanía respetuosa de la ley es el camino indicado, pero si la ley resulta quebrantada, el Estado debe proveer los medios necesarios para individualizar a los responsables y sancionarlos cuando corresponda.

Una adecuada política criminal y de seguridad requiere: una policía eficaz en la prevención, de alta profesionalidad y debidamente remunerada; una Justicia penal que investigue y juzgue en tiempo oportuno a quienes infringen la ley, garantice la plena observancia de las reglas del debido proceso y de la defensa en juicio, y un sistema penitenciario que asegure condiciones dignas de encarcelamiento y de ejecución de la pena con sentido resocializador.

4 Una concepción integral de la seguridad

La manera eficaz de avanzar sobre el problema implica operar sobre las causas del delito y las redes de criminalidad con miras a reducir la violencia en todas sus formas. Una concepción integral de la seguridad implica tanto la prevención de la violencia física como la garantía de condiciones de vida dignas para toda la población. Esto requiere estrategias de abordaje integral que articulen las políticas de seguridad con otras políticas públicas y complementen las acciones del sistema penal con intervenciones de todas las áreas del Estado. Estos recursos estatales deben estar distribuidos de manera igualitaria y generar una mayor protección para los sectores excluidos, de modo de no profundizar la desigualdad.

Para avanzar en un abordaje integral y efectivo del problema de la seguridad, el diseño e implementación de políticas democráticas debe surgir de diagnósticos basados en información veraz y accesible al público. La producción de esa información es también una responsabilidad indelegable del Estado.

5 Gestión democrática de las instituciones de seguridad

Todo gobierno tiene la responsabilidad de ejercer la conducción civil y estratégica de las policías, que supone el pleno control de la institución. La prevención y sanción del delito, de modo eficiente y legal, requiere un sistema policial estrictamente subordinado a las directivas de seguridad pública formuladas por las autoridades gubernamentales. La historia reciente demuestra que la delegación de esta responsabilidad permitió la conformación de “estados mayores policiales”, autónomos, que han organizado vastas redes de corrupción, llegando a amenazar incluso la gobernabilidad democrática.

Los lineamientos básicos para una modernización y gestión democrática de las instituciones de seguridad son: la integración de las labores policiales de seguridad preventiva e investigación del delito; la descentralización institucional de la organización policial a nivel distrital y comunal; la integración de la policía con la comunidad y los gobiernos locales en la prevención social de violencia y delito; el control interno de carácter civil y control externo del desempeño y de la legalidad; el sistema de formación y capacitación policial no militarizado y anclado en valores democráticos; el régimen profesional basado en el escalafón único y las especialidades policiales.

6 Desactivar las redes del delito para reducir la violencia

Las medidas meramente represivas con las que se insiste ante cada crisis de inseguridad apuntan a perseguir los pequeños delitos y a los autores más jóvenes, bajo la falsa creencia de que así se limita el avance de la criminalidad.

La realidad indica que un gran porcentaje de los delitos comunes está asociado a la acción de poderosas redes delictivas y a un importante mercado ilegal de armas que aumenta los riesgos para la vida y la integridad de las personas.

Por lo tanto, reducir la violencia que alarma a nuestra sociedad exige reorientar los recursos de prevención y de investigación penal hacia la desactivación de estas redes de delito y de los mercados ilegales. El Ministerio Público Fiscal, en coordinación con las autoridades de gobierno, tiene un rol fundamental en estas tareas.

Una policía judicial, dependiente del Ministerio Público Fiscal, traerá transparencia en la investigación penal preparatoria.

7 Gestión policial no violenta en el ámbito público

La gestión democrática de la seguridad debe garantizar la regulación del accionar policial en los operativos en el espacio público, tales como espectáculos deportivos, recitales, manifestaciones de protesta social y desalojo de personas. Para ello es fundamental establecer con rango normativo estándares de actuación en el espacio público, de modo de asegurar un uso de la fuerza proporcional, racional y subsidiario y erradicar las prácticas policiales contrarias a esos criterios.

8 El papel de la Justicia

El Poder Judicial y el Ministerio Público tienen una doble responsabilidad fundamental en el impulso de políticas de seguridad democráticas, en la investigación rápida y eficaz de los delitos y el control sobre el uso de la prisión preventiva, las condiciones de detención y la violencia institucional.

9 Cumplimiento de las penas en un Estado de Derecho

En nuestro país hay cerca de sesenta mil personas privadas de libertad. Las condiciones inhumanas de detención, los índices sostenidos de sobrepoblación en cárceles, comisarías e institutos de menores, la ausencia de reinserción social, las prácticas sistemáticas de violencia, tortura y una enorme mayoría de presos sin condena son los rasgos más evidentes de los lugares de detención.

Una política democrática de seguridad tiene que ocuparse por que el cumplimiento de la prisión preventiva y de la pena se dé en condiciones dignas y aptas para la readaptación de la persona condenada y no contribuya, como hasta ahora, a la reproducción y agravamiento de los problemas críticos de violencia, injusticia y delito que se propone resolver.

10 Un nuevo acuerdo para la seguridad en democracia

Para cumplir con la obligación del Estado de dar seguridad a los ciudadanos en el marco de estos principios democráticos es imprescindible alcanzar un acuerdo político y social amplio que permita avanzar en el diseño e implementación de políticas de corto, mediano y largo plazo, orientadas a encontrar soluciones inmediatas y perdurables a las demandas sociales en materia de seguridad.



El abanico político que sostiene el acuerdo es amplio, más de 200 firmas iniciales. Entre los legisladores nacionales figuran Agustín Rossi, Remo Carlotto, Héctor Recalde, Adela Segarra y Adriana Puiggrós, (FPV); Ricardo Gil Lavedra y Ricardo Alfonsín (UCR); Fernando Solanas y Claudio Lozano (Proyecto Sur); Victoria Donda y Cecilia Merchan (Libres del Sur); Martín Sabbatella, Carlos Heller y Vilma Ibarra (NEPyS); Mónica Fein, Jorge Rivas y Ariel Basteiro (PS); Marcela Rodríguez, Griselda Baldata, Elisa Carca y Horacio Piemonte (CC); Margarita Stolbizer (GEN); Felipe Solá (PF) Giustiniani, Rubén (Sen. PS); Solá, Felipe (Dip. Peronismo Federal); y Rubén Giustiniani (Sen. PS). Entre los legisladores de las diferentes provincias aparecen Sandra Cruz y Fernando Navarro (Dip. PBA-FPV); Luis Malagamba y Jaime Linares (dip. PBA-GEN); Marcelo Brignoni, y José Tessa (dip. Sta. Fe-EDE); Carlos Martínez, Carlos Morello y Paula Sánchez (dip. de Libres del Sur por Chaco, Salta y Neuquén, respectivamente); Gabriela Cerruti y Gonzalo Ruanova (Leg. porteños Nuevo Encuentro); Eduardo Epszteyn, Aníbal Ibarra y María Elena Naddeo (Leg. porteños Diálogo por Bs. As.). Por otro lado, Hermes Binner (Santa Fe) y Jorge Capitanich (Chaco) ya habían sumado sus firmas entre los gobernadores; y Daniel Salvador, como presidente de la UCR bonaerense. Entre las organizaciones sindicales, los titulares de la CGT, Hugo Moyano, y de la CTA, Hugo Yasky, además de Víctor De Gennaro y Víctor Mendivil, por la CTA y la Comisión por la Memoria. También firmaron como referentes sociales, religiosos y de la cultura, Luis D’Elía (Mov. Tierra y Vivienda); Edgardo Depetri (Frente Transversal); Emilio Pérsico (Movimiento Evita); Humberto Tumini y Jorge Cevallos (Libres del Sur); Roberto Baigorria (Coord. Nac. Barrios de Pie); Eduardo De la Serna (Curas en opción por los pobres); además, por la Comisión Provincial por la Memoria firman Miguel Hesayne (obispo emérito); Daniel Goldman (Rabino); Martha Pelloni; Aldo Etchegoyen (obispo metodista-Comisión por la Memoria y APDH). También Néstor Borri (Nueva Tierra); Néstor Picone, Mary Sánchez; Laura Berardo (Libres del Sur). En el ámbito de la Cultura, León Gieco; Ricardo Foster y Horacio González (Carta Abierta); Mempo Giardinelli y Tito Cossa (Comisión por la Memoria). Por la Comisión por la Memoria también Hugo Cañón, Adolfo Pérez Esquivel (también del Serpaj); Laura Conte (por las Madres, CELS, CPM); Alejandro Mosquera, Elizabeth Rivas, Mauricio Tenembaun, Luis Lima, Carlos Sánchez Viamonte, María Verónica Piccone, Emilce Moler, Susana Méndez, Fortunato Mallimacci y Leopoldo Schiffrin (Comisión por la Memoria). Entre los organismos de Derechos Humanos, el Centro de Estudios Legales y Sociales, en conjunto; Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora; Abuelas de Plaza de Mayo; la APDH; Hijos; el Serpaj y la Fundación Memoria Histórica y Social. También dieron su apoyo Raquel Wittis y los Familiares de Luciano Arruga con la APDH de La Matanza. Y especialistas como el ex camarista federal y ex ministro de Justicia y Seguridad bonaerense León Arslanian; el ministro de la Corte Suprema y docente de Derecho de la UBA, Raúl Zaffaroni; Marcelo Saín (ex secretario de Seguridad bonaerense y ex titular de la PSA); Enrique Font (Derecho, Univ. Nac. Rosario); Alberto Binder, Martha Arriola, Gabriel Kessler, Luis Tibiletti, Gustavo Palmieri (CELS), Luis Lugones, Ana Clement (directora de la Licenciatura en Seg. Ciud.); Juan Tokatlian (UTDT); Sofía Tiscornia (UBA); Mario Coriolano (Prof. Derecho Unlap, representante argentino en el Comité Contra la Tortura ONU); Pablo Alabarces (UBA e investigador Conicet); Máximo Sozzo, (Univ. del Litoral); Gabriel Bombini (Univ. Nac. de Mar del Plata); Martín Appiolaza (Univ. Nac. de Mendoza); Jorge Perano (Univ. Nac. de Córdoba); Gabriel Ganón (Univ. Nac. de Rosario). Hugo Trinchero (Decano Filosofía, UBA); Mónica Pinto (Coordinadora del Programa DDHH, UBA); Damián Loretti (vicedecano Fac. de Sociales, UBA); Víctor Abramovich (Cels y Centro de DDHH-Univ. de Lanús, PBA); Gustavo E. Lugones (rector de la Univ. Nac. de Quilmes); Enrique Font (Cátedra de Criminología y Política Criminal, Fac. de Derecho, UN Rosario); Daniel Erbetta (Dep. de Derecho Penal y Criminología, Fac. de Derecho UN Rosario); Eduardo Basualdo y Daniel Azpiazu (Flacso); Jorge Perano (Fac. de Derecho Univ. Nac. de Córdoba); Carlos Acuña (Director de la Maestría en Políticas Públicas de la Udesa) y Carolina Smulovitz (directora del Dto. de Ciencias Políticas y Estudios Internacionales de UTDT). Se agregan otras firmas de representantes e instituciones de diferentes ámbitos que aún estaban en proceso de confirmación

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-137771-2009-12-29.html