viernes, 19 de diciembre de 2008

Discurso Carlos Heller (29/11/08)

Desgrabación - Discurso Sr. Carlos Heller
50 Aniversario del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos
Estadio Luna Park - Sábado 29 de noviembre de 2008

Amigas, amigos, autoridades nacionales, provinciales, municipales, dirigentes de los Movimientos Sociales, la lista sería enorme. Gracias en primer lugar, a todos, por estar aquí acompañándonos en esta jornada. Gracias también, y en particular, a ese núcleo importantísimo de compañeros que están siguiendo este acto desde las pantallas que están puestas en la calle Corrientes, porque el Luna Park no nos alcanzó (aplausos)… Entonces, nuestro abrazo, nuestro reconocimiento y nuestra alegría de que sea difícil encontrar en esta ciudad de Buenos Aires un ámbito capaz de contener a esta enorme, multitudinaria, fuerza que integra el Cooperativismo de Crédito.

Es hora de festejos y es hora de balances. Tratando de no repetir, porque creo que podemos hacer absolutamente propio lo que ya se ha dicho, tal vez me gustaría incursionar un poco en una parte de esos cincuenta años, en los treinta que tiene de vida nuestro Banco, el Banco Credicoop. Que no nace como un acto voluntario de los Cooperativistas, como debería haber sido en todo caso, una decisión tomada desde la conciencia. Nace como el resultado de una lucha, nace como el resultado de una resistencia.

Y quienes recibimos el mandato de conformar una entidad que debía asumir el enorme desafío de juntar a un conjunto de entidades autónomas, con todas sus particularidades, sus identidades, sus líderes locales y demás, y tratar de darle una impronta única, un perfil único, gestión sólida, teníamos por delante un enorme desafío.

Quienes autorizaron este proceso, las autoridades de la dictadura, dijeron, lo sabemos, lo escuchamos, “vamos a autorizarlos, porque es imposible que puedan hacer esto que éstos dicen, en un año no queda nada, se matan solos y nos sacamos a estos tipos de encima” (aplausos). Se equivocaron por mucho, porque los que nos sacamos de encima a esos tipos fuimos nosotros, fue el pueblo argentino que pudo, uniéndose, sacárselos de encima (aplausos), y nosotros estamos hoy aquí festejando los cincuenta años de vida del Instituto Movilizador.

Teníamos que hacer, y yo me acuerdo de las palabras -es inevitable que cada uno de nosotros lo cite, porque cruza toda la vida nuestra en el Movimiento, a Floreal Gorini-, yo me acuerdo cuando al grupo que le encomendaron conformar este Banco, nos dijo: “hay que hace una entidad muy sólida, muy eficiente, que pueda soportar las crisis, las dificultades, porque además va a tener que hacerse cargo de otras entidades, que no van a poder sobrevivir porque la escala no se los va a permitir, porque las crisis de la economía regional no se los va a permitir, porque habrá exigencias normativas que no van a poder llegar a cumplir. Y son buena gente, y deberían tener una solución. El Credicoop tiene que prepararse para ser fuerte y poder asumir, cuando llegue el momento, a las otras entidades cooperativas sanas, serias, bien dirigidas, pero que no pueden seguir solas y tienen que poder incorporarse”.

Hoy podemos decir, con orgullo absoluto, que ese proceso se completó íntegramente, que todos aquellos bancos cooperativos adheridos al Instituto, que se conformaron en el marco de esa Ley de Entidades Financieras, hoy forman parte de esta realidad de Credicoop. Y que muchos de quienes en aquel momento eran dirigentes de aquellas entidades hoy están aquí sentados y componen nuestro Consejo de Administración (aplausos).

Y teníamos, como aquí se dijo varias veces, es un lema que Nelson Giribaldi, nuestro primer Presidente, dijo en ocasión del acto de inauguración del Banco Credicoop: “asumimos el desafío de demostrar que la eficiencia y la democracia son compatibles”. Y no era un desafío común, porque no estaba dicho en un momento común. Eso era el 19 de marzo de 1979, plena dictadura, donde la negación de lo democrático estaba en el orden del día, donde el Parlamento había sido reemplazado por una farsa de un grupo reducido de integrantes de cada una de las Fuerzas Armadas, que se suponía que deliberaban y sacaban resoluciones que llamaban leyes.

Reivindicar la democracia como valor fue un desafío. Vincularlo a la posibilidad que se podía ser democrático y eficiente al mismo tiempo era una respuesta a quienes cuando dieron el golpe, entre otras cosas, decían que venían a poner freno a los desmanes que en nombre de la democracia se hacían, y que generaban desgobierno, mal manejo del gasto, ineficiencia en la gestión, etcétera. Demostrar que eficiencia y democracia pueden ir de la mano, y que tienen un resultado superador era un desafío y hemos cumplido con el desafío (aplausos).

Pero no fue sólo aquel tema inicial de la dictadura. Ya en los noventa, cuando las figuras del Consenso de Washington dominaban la mente y los proyectos de las políticas públicas, los bancos cooperativos fueron forzados a cambiar su forma jurídica, y a convertirse en sociedades anónimas, y a buscar un socio extranjero para poder así ser eficientes y sobrevivir. La única entidad que se opuso y resistió fue el Banco Credicoop (aplausos). De los otros no quedó ninguno y nosotros estamos aquí rindiendo cuentas de lo que hemos hecho (más aplausos).

Y, además, tuvimos que afrontar todas las crisis. Todas. Las que hemos tenido en los últimos treinta años, que no han sido pocas. Y en cada una de ellas, recurrimos a la misma estrategia: la de pasar por reconocer que esa crisis tenía orígenes en políticas que nosotros habíamos criticado permanentemente.

¿Por qué diablos teníamos nosotros que hacernos cargo de la crisis del año 2000, producto de la aplicación de las políticas de los noventa, del Consenso de Washington, de la Convertibilidad, si nosotros en nuestra Memoria del año ’91 decíamos que iba a traer un proceso de concentración de la economía, la destrucción de miles de empresas pequeñas y medianas, que iba a aumentar el desempleo, que iba a generar pobreza como no había habido en la Argentina hasta entonces?

¿Por qué nosotros, entonces, no podíamos hacer lo que hicimos? Dar la cara. Cuando otros pusieron tapias para que la gente no pueda entrar, nosotros pusimos la bandera de nuestra gente, para invitarlos a que entren.

Estamos en un momento muy particular. Asistimos, en estos últimos años, y no lo hemos hecho pasivamente a una disputa entre un modelo, el modelo neoliberal que se resiste a morir; y otro proceso que lucha también, denodadamente, por afianzarse. Lo hemos visto a lo largo de estos años, las dificultades concretas que se presentan a la hora de querer avanzar de verdad, con medidas efectivas, en una distribución del ingreso. Lo hemos visto cuando se discuten temas como el del llamado conflicto agropecuario, o cuando se modifica con un sentido de estricta justicia social el sistema de previsión social para hacer que los derechos de los trabajadores no estén más en manos del mercado de capitales y puedan estar en manos de los ciudadanos (aplausos).

Pero avanzar en la distribución es difícil. Porque como nos gusta decir a nosotros, distribuir es siempre sacarles a unos para darles a otros. Invariablemente, y más allá de los discursos, a los que les toca poner resisten, no les gusta, teorizan, inventan definiciones, contratan supuestos pensadores serios, gurúes de la economía para que pronostiquen catástrofes, escenarios imposibles, terrorismo, cosas que son absolutamente impensables, funcionarios supuestamente públicos, rumores de medidas que se estarían estudiando y tantas otras cosas más, para desestabilizar en una verdadera acción terrorista la posibilidad de seguir avanzando en la profundización de un modelo que no lo ha hecho con facilidad, porque hay mucha resistencia, pero no se puede dejar de decir que ha avanzando en muchísimos aspectos y expresa, permanentemente, voluntad de avanzar en otros (aplausos).

Estamos en el marco de una crisis mundial sin precedentes o, por lo menos, los antecedentes están tan lejos que seguramente ninguno de nosotros los ha vivido, si los conoce, los conoce por los libros. Pero estos nos tienen como actores, tenemos que ver, no es indiferente para nosotros lo que sucede.

Aquí ha fracasado de una manera rotunda la teoría de que la mano invisible del mercado iba a resolver los problemas de la distribución de la riqueza a través del “derrame”. Y aquel cuentito, de que lo que había que hacer es que crezca la economía porque luego eso iba a volcarse sobre el conjunto de la sociedad, no pasó nunca, ni va a pasar nunca. Ni aquí, ni en ningún país de la tierra. En los Estados Unidos, en los últimos treinta años, la diferencia entre el diez por ciento que más tiene y el diez por ciento que menos tiene paso de 20 a 77 veces. Es decir, no se trata de un problema de aplicación local de políticas, sino que se trata de la perversidad intrínseca que esas políticas tienen, que están hechas para que los ricos sean más ricos, y para que cada vez haya mayor cantidad de pobres, más pobres (aplausos).

Yo contaba el otro día, y lo mostramos en un video, al anterior jefe de la Reserva Federal, Alan Greenspan, que con tono de profesor decía en un reportaje que la apertura económica y la libertad de mercado debían establecerse a partir de determinar cuál era el grado de desigualdad deseable. Como si se tratara de un laboratorio y no de ciudadanos, de familias, de personas. ¿Cuál es la desigualdad deseable para que este mercado funcione en condiciones óptimas? Para eso tenemos que aplicar el teorema de Greenspan que establece cómo tiene que abrirse la economía para lograr ese efecto. ¿Puede imaginarse algo más perverso?

Como debe ser tan perverso recordar a aquel secretario del Tesoro que ante la determinación de los gobernantes argentinos de la época, les decía: “no vamos a usar la plata de los carpinteros y los electricistas estadounidenses para salvar a los especuladores”. ¡Vaya dónde ha quedado aquella frase! ¡Cuántos cientos de miles de millones de dólares todos los días poniéndolos para salvar, efectivamente, a los especuladores! Y nada para salvar a la gente víctima de esos especuladores (aplausos).

Sentimos que estamos frente a una gran oportunidad. Una oportunidad porque están puestos en crisis los paradigmas que nos quisieron hacer creer que habían venido para quedarse para siempre. Es el fin de la historia, es el fin de las ideologías, nos dijeron. Poco demoró para que se comprobara que ninguna de las dos cosas era cierta. Las ideologías van a existir mientras existan mientras existan diferencias, mientras existan clases, mientras existan grupos que sufran. Porque, inevitablemente, más tarde o más temprano, se van a organizar, van a luchar y van a tratar de cambiar las cosas (aplausos).

Pero ellos tienen en estos momentos un gran problema. Sus paradigmas están en crisis, todos cuestionados. Sus economías están en crisis, hacen agua y si no tuvieran, como han reconocido impúdicamente, la capacidad de distribuírsela al mundo, la crisis que tendrían que soportar sería mucho mayor.

Frente a esto, hay una enorme oportunidad. Esa enorme oportunidad debe, a mi juicio o a nuestro juicio, apoyarse en un proceso que hay que hacer todos los esfuerzos porque se profundice, que es el proceso de integración regional. Por primera vez en la historia, un número significativo de países de la región, marca voluntad coincidente para avanzar en la misma dirección. Aunque las intensidades no sean las mismas. Aunque las profundidades no sean las mismas, se va en una misma dirección.

Y en este continente, y en no mucho tiempo, sucedieron tres hechos de esa política que no tenemos que olvidar y que marcan, a mi modo de ver, un nuevo tiempo, un nuevo momento, nuevos escenarios.

El primero, el no al ALCA en Mar del Plata (aplausos) en esa histórica jornada donde también había un acto adentro y otro afuera, pero ahí no era por espacio, sino que uno era el acto oficial y el otro era el del pueblo (más aplausos). Poco tiempo atrás los países de la región intervinieron firmemente en el conflicto entre Colombia y Ecuador, en una posición absolutamente autónoma. Y en el último de los hechos, la reunión de Santiago de Chile, por primera vez los países de la Unión Sudamericana de Naciones se reunieron solos, sin presencias tutelares, y decidieron apoyar al hermano pueblo de Bolivia que estaba amenazado por una secesión (aplausos).

Vientos nuevos soplan en América Latina. Y es la gran oportunidad, porque yo también pienso, como alguna vez les he escuchado decir a las más altas autoridades del país, que esta región tiene ventajas comparativas excepcionales para los tiempos que vienen. Si somos capaces de unirnos e integrarnos, tenemos fuerte superávit energético, tenemos fuerte superávit alimentario, tenemos enormes reservas de agua potable.

Y el mundo que viene, el mundo de los veinte, treinta, cincuenta años, que tenemos por delante, será el mundo donde los conflictos se van a dar alrededor de la energía, los alimentos y el agua potable. Tenemos que estar unidos, para defender ese patrimonio de nuestra región, para poder utilizarlo en común, en beneficio de nuestros pueblos y de nuestros ciudadanos, para hacer posible que avancemos en un verdadero proceso de autonomía, de emancipación nacional y regional (aplausos).

No estamos demasiado lejos, hemos dado pasos. Pero hay que disputar, porque hay dificultades entre los propios países, porque hay distintos grados de desarrollo y distintos grados de decisiones. Los pueblos tenemos que exigir a nuestros gobiernos que hagan todos los esfuerzos necesarios para enfrentar y superar aquellas cuestiones que son impedimentos para avanzar en el proceso de integración. Si vamos solos a las mesas grandes no tenemos futuro. Nos van a seguir acostando (aplausos). Si somos capaces de unirnos ese será el desafío que nuestros gobernantes tienen en común.

Días pasados, yo escuchaba al ex presidente Kirchner, en una reunión en Santiago de Chile, donde se reunieron representantes de los partidos progresistas de la región. Yo quiero hacer mía una frase que dijo allí: “se trata de ver si nuestros gobernantes tendrán el coraje para ser lo transgresores que deben ser hacer las transformaciones que deben hacer para lograr los cambios que son necesarios en nuestra región” (aplausos). Esto es lo que hace falta. Porque si vamos a volver a aceptar las condiciones de elegibilidad que nos va a poner el Fondo Monetario para prestarnos, ya sabemos cómo nos va a ir, cuál es el destino.

Cuando hablamos de reformular los sistemas financieros globales, hablamos de cambiar su sentido. Por eso soñamos y nos entusiasmamos cuando oímos hablar del Banco del Sur, porque será un ente nuestro, regional, manejado por nosotros, por los representantes de los países de Sudamérica, y no un ente que viene a imponerles a los países de Sudamérica intereses que no tienen nada que ver con nuestras necesidades.

Por eso, cuando oímos hablar de que ese Banco del Sur debe ser el camino para financiar grandes proyectos y obras de infraestructura de integración regional, nos ponemos contentos y rechazamos a los que lo quieren minimizar diciendo que son obras faraónicas. El gasoducto que va de Siberia a Europa es más largo que el de Caracas a Buenos Aires, y provee de gas a toda Europa desde hace muchísimos años y no tiene nada de faraónico y cumple un papel fundamental, incluso, desde el equilibrio geopolítico de Europa (aplausos).

En lo interno, enfrentamos los efectos de la crisis que nos viene de afuera, que nos encuentra mucho mejor preparados que en otras crisis, en la que tenemos fortalezas reales para exhibir. Pero no estamos desacoplados y, por eso, de lo que hagamos, seguramente, dependerá como nos irá.

Hacen falta políticas activas que apunten a fortalecer lo que nosotros consideramos que debería ser el sujeto social del modelo que se debe de construir. Ese sujeto social, en nuestra visión, debe estar integrado por el Sector Público, por las empresas de la Economía Solidaria, por las Pequeñas y Medianas Empresas y por los trabajadores (aplausos). Ese sujeto social debe diferenciarse del sujeto social de los noventa que fueron las corporaciones transnacionales, las grandes compañías que vinieron a llevarse todo (más aplausos).

Y en lo específico, es imprescindible que se encare la sanción de una nueva Ley de Entidades Financieras (aplausos). ¿Por qué? Primero, yo les diría hasta por una cuestión ética. Esta ley tiene las firmas de Videla y Martínez de Hoz (abucheos). Y esto sólo ameritaría el cambio. Esa ley, cuando Martínez de Hoz la presentó dijo: “es la piedra angular de nuestro proyecto”. Y está de pie. Esa “piedra angular de nuestro proyecto”.

Un proceso de cambio debe dejar de lado ese proyecto emblemático de la dictadura y avanzar en la sanción de una moderna Ley de Entidades Financieras, que empiece por definir que la actividad financiera es un servicio público y no un mero acto de mercado (aplausos). Y que como tal, servicio público, debe estar adecuadamente regulado por el poder público para que su accionar no se lleve adelante en función del objetivo de obtener la máxima ganancia posible, sino de satisfacer de la manera más adecuada las necesidades de financiamiento del sector productivo, de las Pequeñas y Medianas Empresas, de las economías regionales, etcétera, etcétera (aplausos).

Y eso no se lo podemos dejar al mercado, ya lo tuvo mucho tiempo el mercado, y ya vimos cómo nos fue. Eso tiene que obedecer a un concepto diferente de servicio público. Nosotros tenemos que reivindicar que la eficiencia en el servicio público no se mide por la última línea del balance, se mide por la manera en que se cumple el servicio. Un hospital no es bueno porque gana plata, sino porque cura a la gente (aplausos), y una escuela es buena cuando educa a nuestros hijos (aplausos), la política impositiva se tiene que encargar de proveer los recursos, pero el objeto se tiene que resolver en función de la necesidad. Bregaremos e invitamos a quienes hoy nos escuchan a hacer suya esta consigna, de trabajar por una nueva Ley de Entidades Financieras.

Hoy hemos escuchado un conjunto de frases que se han repetido. Yo también las quiero usar. Dijimos en su momento, “el dinero de los argentinos en manos de los argentinos”, en pleno proceso de desnacionalización. “Un país se hace desde adentro o no se hace”, cuando parecía que nos habíamos vuelto incapaces de todo y sólo lo foráneo servía. “Sin solidaridad no hay futuro”, cuando se instalaron las teorías del egoísmo neoliberal, donde la solidaridad llegó casi a ser una mala palabra, nosotros dijimos “sin solidaridad no hay futuro”, es un valor indispensable (aplausos).

Y dijimos “otro mundo mejor es posible si la gente lo quiere”, que marca la necesidad de trabajar con la gente. No alcanza con que algunos pocos creamos que es posible. Ése otro mundo con el que soñamos va a ser posible cuando las grandes mayorías populares estén convencidas y asuman el compromiso de hacer algo para que efectivamente sea factible (aplausos).

Tenemos que terminar con la política de la televisión, donde los ciudadanos votan y después miran. Tenemos que pelear por una democracia efectivamente participativa (aplausos) la participación activa del estado, los trabajadores y los usuarios en los servicios sirve para combatir la ineficiencia, la burocracia y la corrupción. Es una barrera formidable. Hay que pelear por mayor participación popular y por tratar de llevar a ámbitos de gestión pública hasta el máximo del control ciudadano que sea posible (aplausos).

Quise ir cerrando con estas consignas tan nuestras, cada una con su momento, con su historia. Cada una con un profundo sentido en nuestra causa. Todas enraizadas, síntesis verdadera de nuestra identidad. Han sido, son y seguirán siendo las banderas del Cooperativismo que abrazamos con pasión. De un Cooperativismo que no se conforma con actuar solamente en el campo de la solución de un problema concreto y que tiene por objeto ser una fuerza verdaderamente transformadora, participando en la organización de cada una de las alternativas que nos permitan participar con voz, con presencia, con exigencias, en los debates que tenemos por delante. Desde cada barrio, desde cada localidad, en todo el país, desde cada organización, desde cada sindicato, desde cada cámara empresaria, desde cada cooperativa, desde cada mutual.

Para tratar, de una vez por todas, de aprovechar de verdad esta oportunidad, este momento histórico que nuestra región está viviendo, para tratar de consolidar un modelo de país solidario, un modelo de país democrático, un modelo de país con justicia social y soberanía, un modelo de avance hacia la integración regional concebida como la Patria Grande de San Martín y Bolívar. El Bicentenario nos tiene que encontrar unidos, porque ese fue uno de los temas principales de nuestros próceres hace doscientos años (aplausos) en una América Latina firme, unida, donde encontraremos, creo, la posibilidad de ése otro mundo posible con el que todos soñamos.

Cincuenta años de ideas e ideales, los estamos celebrando así, con este enorme orgullo por nuestra historia, con las convicciones intactas frente a los desafíos del presente, y con el entusiasmo, la presencia militante y todas las banderas desplegadas en mástiles que están cada vez más altos, mirando hacia el futuro con entusiasmo, con convicciones. Muchísimas gracias. (aplausos).




....