lunes, 9 de noviembre de 2009

Con los pies en la tierra, entrevista a Carmen Nebreda

Fuente: http://www.acciondigital.com.ar/15-10-09/entrevistas.html

Revista ACCIÓN - Edición 1036 - Segunda Quincena - Octubre de 2009

ENTREVISTAS: CARMEN NEBREDA

Con los pies en la tierra

A los cuatro años, Carmen Nebreda se dormía escuchando los clásicos españoles que le leía su hermana mayor. «Machado, Hermández, Lorca –enumera–. Pero también Dumas, Dostoievsky, Tolstoi». Su casa estaba llena de palabras: de los libros de su padre, español, republicano y anarquista, y de su madre, argentina, descendiente de italianos piamonteses y católica. Pero allí había también otras palabras: las que iban tejiendo, todos los días, largos diálogos y discusiones intensas sobre política, religión, música, literatura: sobre lo bueno y lo malo del mundo. En esa casa humilde –«muy, pero muy humilde», aclara– de Ramón Cárcano, un pequeño pueblo cordobés, creció como pocos niños de entonces tenían la suerte de crecer: con libertad para hacer y pensar.

EN CASA. Nebreda vive en Mendiolaza, 20 kilómetros al norte de la ciudad de Córdoba, un paraje verde, rodeado de cerros y silencio.




En la capital de la provincia donde vivió toda su vida, desde su despacho, la secretaria general del la Unión de Educadores de Córdoba hace una pausa en la sucesión interminable de asambleas, movilizaciones y reuniones –el gremio está en plan de lucha por reclamos salariales– para recordar. Y recuerda esa casa, esos libros y esos padres como el punto de partida de un camino que aún continúa. «En mi casa se fomentaba sobre todo la lectura, nos estimulaban para que escucháramos música clásica y para que tuviéramos una mirada crítica hacia todo. Nos enseñaban a ponernos en el lugar del otro. Mi papá fue peón de campo, panadero, actor, concertista de violín. Una mezcla rara. Cuando yo era chica, él tenía una panadería en el pueblo y prácticamente había obligado al carnicero, al verdulero y al almacenero a que ayudaran a la gente indigente. Había dos parejas de ancianos: una era mi responsabilidad y la otra, la de mi hermana. Teníamos que ir a buscar pan, verdura, las cosas del almacén, y llevárselos día por medio
. Mi hermano era el encargado de llevarles comida a los que en ese momento se llamaban los crotos o linyeras, que estaban en el ferrocarril. Eso nos formó con otra mirada de lo social», cuenta.
Nebreda es muchas cosas: docente, militante, trabajadora, dirigente gremial, madre de tres hijos varones, vecina de Mendiolaza, un paraje verde y silencioso ubicado a unos 20 kilómetros de la ciudad de Córdoba. Pero todavía no termina de acostumbrarse al último ítem de la lista de roles que le ha tocado desempeñar en su vida. En las elecciones del 28 de junio, encabezó la lista de candidatos a diputados por el Frente para la Victoria, la Equidad y la Justicia Social (FPV), integrado por el Partido de la Victoria, el Partido Intransigente, el Partido Comunista, el Partido Solidario, el Partido Humanista, el Partido de la Revolución Democrática, Cambio Córdoba, Frente Grande y Acción para el Cambio. Y fue electa diputada con el 10% de los votos. En diciembre asumirá su banca y aunque todos los que la conocen –incluso sus adversarios– admiten que tiene capacidad y honestidad, ella se atreve a dudar. Y, paradójicamente, esa sinceridad –que le permite, por ejemplo, decir «no sé» cuando no sabe algo– se convirtió, durante la campaña electoral, en un punto a su favor. «Una de las cosas que me ayudaron es que yo no tenía el discurso ni el posicionamiento físico, frente a los medios, del político tradicional. Era más insegura, dudaba, decía que no sabía, que lo iba a estudiar. Esto, mientras algunos lo usaban para destruirme, la gente decía “está bien, porque es auténtica”. Y es una posición mucho más cercana a la gente».
Llegada a la política partidaria por la inquietud y la bronca que le produjo la «ofensiva neoconservadora que viene avanzando desde el año pasado», Nebreda se formó en el gremialismo docente, al que llegó los 17 años, cuando daba clases de educación democrática en el Instituto Bernardino Rivadavia, de Villa María. «Ahí, en esa escuela, que dirigía Antonio Sobral, educador y político cordobés, se vivía un clima muy democrático. Yo soy alumna de escuelas rurales, hice mi primaria en la escuela rural y llegué a Villa María para estudiar. Allí tuve profesores de la talla de Eduardo Requena, querido maestro cordobés desaparecido durante la última dictadura. Ya entonces, a los 15 años, pasábamos volantes escondidas en los baños. En 1969, durante el Cordobazo, salí por primera vez a la calle y desde entonces no paré».
En la década del 60, Villa María bullía de ideas y debates. «Durante la dictadura de Onganía, Antonio Sobral llevó a Villa María a todos los profesores que habían echado de las universidades, como Noé Jitrik y muchos otros. Gracias a eso, hubo un profesorado excelente, un clima cultural más intenso incluso que en Córdoba. En la capital estaba muy presente la censura de la dictadura, mientras que en Villa María se sentía menos. La participación, la discusión, los debates, eran permanentes. Terminé la secundaria trabajando en la misma escuela, primero como ayudante en el gabinete psicopedagógico y después dando clases de edudación democrática. Ahí empezamos a armar el Seppac (Sindicato de Educadores Privados y Particulares de Córdoba), que fue el primer y único sindicato de docentes privados, logramos la ley del docente privado, logramos el estatuto del docente privado y después, en el 76, todo termina destruido, se deroga la ley, se desconoce el estatuto, nos matan, y lo digo así porque esa era la sensación que teníamos».
Mientras tanto, la vida seguía: nacían y crecían los hijos y Nebreda intentaba, junto con otros compañeros, rearmar el cuerpo de delegados. «Durante la dictadura la pasamos muy mal. En 1978, con mi familia, nos vinimos a vivir a la ciudad de Córdoba, y empezamos, con miedo, a reorganizarnos. Hasta el 82, cuando salía de casa, me seguían y me “acompañaban”, como yo solía decir en broma, hasta el trabajo, y me volvían a acompañar hasta mi casa. Una persecución bastante personalizada. Mi marido y yo éramos laburantes, teníamos que mantener a nuestros hijos, fue una época muy dura. Pero, a pesar de todo, con un grupo de compañeros logramos armar el cuerpo delegados en la clandestinidad, pusimos 2.500 personas en la calle, el gremio estaba intervenido militarmente, sacamos la intervención militar y se hizo cargo un triunvirato de docentes. Después empecé como delegada escolar, fui secretaria de actas de la delegación capital, delegada departamental, secretaria de prensa, cultura y propaganda, de educación, adjunta y hoy secretaria general, desde 2002. Después, en 2004, se reorganiza la CGT y soy cosecretaria general de la CGT y secretaria de organización de la Ctera. Puede parecer extraño, porque Ctera pertence a la CTA, pero nosotros hicimos cambiar el estatuto del sindicato, tuvimos una fuerte intervención para que las organizaciones de base o jurisdiccionales se organizaran internamente y definieran ellas mismas a qué organización de trabajadores querían pertenecer. Y la Uepc definió a la CGT. Y aquí estoy, ahora también como diputada electa.

–¿Y cómo fue este paso?
–Yo nunca me propuse un cargo, trabajé siempre, estuve en el sindicato siempre, aporté lo mejor que tenía, todo lo bueno y todo lo malo que tenía. El año pasado, más o menos en setiembre, me sentía muy intranquila. En Córdoba, como en todo el país, pero quizá más aún, hubo un retroceso muy fuerte, un embate del conservadurismo. Yo me sentía en peligro, pero no personalmente, sentía que estábamos en peligro como nación. Sentía que estábamos como en los prolegómenos del 76. Sabía que no se iba a dar un golpe de Estado con esas características, pero sí me parecía que estábamos ante los mismos enemigos.

–¿Dónde, en qué indicios, veía ese peligro?
–En la fuerte concentración del discurso dominante, en la prepotencia y la falta de límites del discurso de la derecha, en el avance desembozado del autoritarismo. Era un clima que obviamente aparece con la 125. En Córdoba la pasábamos muy mal durante ese conflicto, yo planteé que no estaba de acuerdo con las acciones que hacia la gente del campo, pero no podías hablar, había un clima de mucho autoritarismo. Y todo eso me produjo mucha inquietud: ese no permitir la palabra, el fuerte embate de la derecha, el abroquelamiento de los sectores más conservadores, no sólo de derecha, también de izquierda, porque los partidos que se definen como revolucionarios socialistas son totalmente funcionales a la propuesta de la derecha. Y con nuestros compañeros, nos hemos planteado, hace ya dos años, que hay que participar en política, porque veíamos que la economía había reemplazado a la política. Las consecuencias de los procesos sociales sobre las personas no se miran, se mira el hecho económico y la mercancía. Según esta concepción, nosotros somos un elemento más de estas teorías de mercado. Si te quedás sin trabajo, no importa, son efectos colaterales. Y creo que lo más grave es que hay un fuerte discurso antipolítico. Y los sectores en los que uno podría confiar, dicen «no nos ensuciemos, porque si nos metemos vamos a terminar manchándonos, vamos a ser corruptos». Ese es el discurso antipolítico: que las cosas queden como están. Nunca estuve de acuerdo con esa posición. Y el año pasado, mientras seguía con mi trabajo gremial, con nuestras luchas, un día uno de mis hijos me dice: mamá, si vos algún día querés intervenir en la política, este es el momento. No es el 2011 ni después: es ahora. Y de repente me llaman y me conovcan para un cargo y yo entro en una contradicción fuerte. Racionalmente, sé que hay que hacerlo, pero emocionalmente uno no sabe, porque además una se pregunta si sirve, si está preparada, si sabrá asumir esa responsabilidad... Primero me habían hablado del gobierno de Córdoba, y le planteé dos cuestiones: una, que creía que si era candidata, tenía que ser candidata del justicialismo, pero de un justicialismo unido, que no era lo que representaba el gobierno cordobés. Y, por otro lado, que no podía plantearse ningún discurso de confrontación antinómica, porque la sociedad argentina no soporta más las antinomias. Después me llama, en nombre del proyecto nacional, Eduardo Acastello (intendente de Villa María) para proponerme una candidatura. Yo quise hablar con Kirchner, hablé con él, le dije que hay muchas críticas que se le podrían hacer al proyecto kirchnerista, que no es revolucionario ni mucho menos, pero desde el sector del trabajo, desde el sector popular, hay cuestiones que son innegables.

–¿Cuáles son esas cuestiones?
–Creo que una de las cosas que más les molestan a los neoliberales son las convenciones colectivas. Por dos cosas: en primer lugar, por la movilidad del salario. Pero fundamentalmente, porque cuando vos discutís salarios con las empresas y con los Estados, estás discutiendo sus propios números, y eso es algo que ellos no se bancan. Creo que eso es lo que más les duele: que el movimiento obrero, los trabajadores, tengan la posibilidad concreta, formal y respaldada institucionalmente de discutirles los números. Otra de las cuestiones fuertes en este proyecto, para el mundo del trabajo, fue la estatización de las AFJP. Para nosotros fue un logro absoluto: volver a un sistema solidario de reparto, hacer de este derecho previsional nuevamente un derecho y no un negocio. También está todo el tema de la estatización de las empresas, los derechos humanos, la recuperación de derechos laborales tras la flexibilización de los 90... Me parece que desde el sector del trabajo, desde lo sectores más desposeídos, no hay que dudarlo. Y en Córdoba, realmente, la situación, para quienes apoyábamos todos estos logros, no era nada fácil. Fue un poco inconsciente meternos en esa carrera, porque empezamos sin nada. No teníamos cero, teníamos menos diez. Si nos medían, en ese entonces, no llegábamos ni a 1. Pero yo me daba cuenta de que era una persona conocida, toda mi trayectoria gremial la hice yendo a los lugares, recorriendo... A mí me gusta decirles a los funcionarios, cuando discuto, que conozco la provincia por tierra, por los caminos de tierra, no en helicóptero. Desde el aire, es más difícil ver las cosas, se ven diferentes, no se ven como son en realidad. A mí me conoce toda la provincia, podrán no acordar conmigo, pero me respetan. Y yo sabía eso, sabía que no había puntos débiles en mi trayectoria que pudieran usar en mi contra.

–¿Por qué dice que empezaron con ese menos diez?
–Es una provincia en la que, en 2003, Kirchner sacó el 5% y ganó Rodríguez Saá. En la última elección ganó Lavagna. Cristina sacó 25%. Y creo que todo el conflicto alrededor de la 125 potenció algo que ya estaba. Yo siempre digo que Córdoba dio el Cordobazo, es cierto, todos hablan de la Reforma Universitaria y el Cordobazo, pero tuvo también la contrarrevolución de mayo, tuvo la revolución del 55. O sea que están las dos cosas, el espíritu revolucionario y la contrarrevolución. Y hoy, el conservadurismo está avanzando mucho en la provincia.

–¿Estaría de acuerdo entonces en hablar de una derechización del electorado para explicar el resultado de las elecciones?
–Creo que hubo errores del Gobierno Nacional, pero también hubo una exacerbación del conservadurismo. Y esta cuestión del campo. Lo que logra el campo es unificar el discurso, dice «somos el campo» y no diferencia entre los pooles de siembra y los colonos, los pequeños productores... Dice «somos la patria, somos el campo, somos los defensores de la nación», se apropian de esta idea del país granero del mundo con un discurso muy gorila. Córdoba es una provincia muy antiperonista, entonces ese antiperonismo aparece exacerbado gracias a un discurso que se apropia de tradiciones muy fuertes.

–Esto que lograron ciertos sectores agropecuarios, ¿lo lograron gracias al apoyo de los medios? ¿Cómo se dio en Córdoba esa situación?
–Es indudable que los medios en Córdoba responden absolutamente a lo que hoy llamamos el monopolio. Además, te invaden los medios de Buenos Aires. Nosotros teníamos canales que llegaban casi a toda la provincia, pero se ha dado un achicamiento de esas señales, y se ha extendido fuertemente la presencia de TN y de otros canales, que son los que dominan la información o la desinformación. Lo que hicimos nosotros, que empezamos la campaña desde esa situación tan desventajosa, fue solamente poner otra voz, una voz que no fuera la voz dominante, pero diciendo «yo no vengo a confrontar, vengo a plantear otras ideas, vengo a ponerme en otra posición, vengo a decir que hay otros modos de mirar, que se puede tener otro discurso». Debo reconocer que fue duro, empezamos muy mal y logamos un 10%. Y a pesar de todo, fui bien tratada por la prensa, la prensa respetó mi trayectoria o quizá lo que pasó fue que no tenían con qué pegarme.

–¿Usted considera que, en este contexto, un 10% es un buen resultado?
–Sí, con el PJ dividido y todos estos problemas, creo que sí. Pero yo digo que nuestro mejor resultado se da después de la elección.

–¿Por qué?
–Porque ese 10% nos ha permitido comenzar un proceso de reconstrucción y de reorganización y de fortalecimiento increíble. Hoy estamos trabajando en construir un agrupamiento de intendentes, de concejales y de tribunos de cuentas de toda la militancia del progresismo, con organizaciones que tienen raíces en los barrios, territoriales, gremiales, de la universidad, es decir, aquellos grupos totalmente heterogéneos que han seguido reorganizándose. Con ellos seguimos trabajando y estamos fortaleciéndonos. Me parece que estamos mejor que en las elecciones.

–¿Cree que a nivel nacional se dio algo parecido, que el Gobierno recuperó la iniciativa en algunas áreas después de las elecciones?
–Sí, creo que las iniciativas del Gobierno son importantísimas. Y uno piensa por qué no lo hicieron antes antes...

–Usted decía hace un rato que no le parece conveniente plantear las cuestiones políticas en términos de antinomias. Sin embargo, una de las cosas que se le critica al Gobierno Nacional es precisamente eso: que suele plantear la discusión política en términos de oposiciones irreconciliables. ¿Comparte esta crítica?
–Creo que cuando uno está en el gobierno, no puede ser amigo de todos. Tenés que definir un modelo. Y esa definición te pone en un lugar determinado. Si vos tenés a todos los medios en contra, eso va a ser exagerado y exacerbado por esos mismos medios. Si vos estás haciendo una ley para democratizar, para repartir, para generar el mayor espectro democrático posible en el manejo de los medios, vas a tener un opositor en esos mismos medios y no vas a poder negociar. Salvo que quites la esencia de este proyecto, que es ir contra los monopolios. No se puede ser amigo de todos..

–Pero para enfrentar intereses tan poderosos, ¿no haría falta una base social más fuerte, mayor participación popular?
–Creo que hay un dato importante, que diferencia a la Argentina de otros países de América latina: esa clase media que culturalmente se identifica más con los de arriba que con los de abajo. Por eso creo que hay que organizarse, hay que participar y hay que estar. Y el Congreso, te digo sinceramente, no tengo idea de lo que es el Congreso, no tengo conciencia de lo que es ser diputada nacional. Yo lo que sé es que estoy representando determinados intereses, que vengo del sector del trabajo, del sector de los más vulnerables, del sector de los que pelean por la justicia social. No sé si lograré mucho, pero que voy a decir lo que pienso donde sea, lo voy a decir.

–Usted lleva ya décadas en el mundo de la docencia. ¿En qué medida ha cambiado el lugar y el papel de los maestros en la escuela argentina?
–Yo siempre digo que los docentes han pasado de la omnipotencia a la impotencia. Y me río de mí misma, de nosotros, los docentes. En una época poníamos, como objetivos generales de lengua de primer año: «Formar integralmente al ciudadano, contribuir a su desarrollo psicofísico». Eso es de una omnipotencia espantosa. Ahora, en cambio, decimos: «No puedo hacer nada. Yo con este chico no puedo hacer nada».

–Han pasado del lugar del saber absoluto...
–...a la impotencia más absoluta. Creo que hay que volver a buscar el rol de la escuela. En Córdoba estamos discutiendo la reforma de la ley provincial de Educación, y creo que la escuela tiene que recuperar el rol enseñar, ser consciente de que lo que se tiene que hacer es enseñar.

–¿Y ahora qué está haciendo la escuela?
–Enseña, o intenta enseñar, pero tiene muchas limitaciones, porque está sola, absolutamente sola. Y se le exigen cada vez más y más cuestiones y se pretende que la escuela vaya a contramano de la sociedad. Porque se le exige a la escuela que incluya y la sociedad excluye. Se le pide que no discrimine y la sociedad discrimina. Se le pide que iguale y la sociedad no iguala. Se le pide que socialice, que arme equipos, que trabaje en conjunto. Y la sociedad dice «matá al otro, tené éxito venciendo al de al lado, pisándole la cabeza para seguir adelante». Todo lo que se le pide a la escuela va en contra de los principios que están dominando esta sociedad. Y además está sola.

–¿La escuela también está sola porque los padres no están presentes como adultos?
–Sí, creo que el problema más serio de esta sociedad es la ausencia del adulto en el rol de adulto. Los padres suelen decir «yo soy amigo de mi hijo». No, vos sos padre de tu hijo. Hoy ves a la mamá y a la chiquita de 15 años que no se diferencian ni en la forma de vestir ni en la forma de divertirse y compiten permanentemente. Los padres no asumen el rol de padres: no saben poner límites, decir que no, y por qué, decir que sí, y por qué.

–Algo parecido a lo que decía de los docentes, que pasaron de la omnipotencia a la impotencia...
–Claro: padres temerosos, totalmente inseguros frente a monstruos de seguridad que son los adolescentes. O los niños. Muy seguros, imponen, imponen e imponen y no encuentran a nadie que diga basta. Con los más chicos también. Hoy un chico de dos años te pone condiciones. Y esto es así, los padres dan todo lo que los chicos piden y los chicos buscan límites permanentemente.

–Suele decirse que hoy los chicos se forman más en el mercado que en la escuela. ¿Es realmente así?
–Yo creo que la escuela debe necesariamente cambiar, porque es una institución del siglo XIX que todavía no se cambió, hay que cambiarla. Creo que la escuela va perdiendo muchas cosas, pero también me pregunto, ¿qué sería esta sociedad sin la escuela? Sigue siendo, a pesar de todo, el único lugar donde muchos chicos son chicos. Es el lugar de la niñez de muchos chicos.

–¿Chicos marginales?
–Fundamentalmente. Que trabajan, que son golpeados, que son maltratados. Pero eso se da también en las clases altas. Nosotros hicimos una investigación basada en esto: ¿Qué relación hay entre el concepto de niñez que tienen los docentes y la niñez que tenemos sentada en las aulas? Nosotros decimos la edad de la protección, del cuidado, del mimo, de la atención, el juego, pero tenés chicos que viven atormentados, que trabajan, que no comen, que son prostituidos, que la pasan muy mal. O que son abandonados. Y fijate vos que el abandono también lo sufre el chico de clase alta. Porque no están los papás. Unos porque están caídos del sistema y otros porque no se quieren caer, porque quieren seguir accediendo a esos consumos que les ofrece la sociedad. Y otros porque ya no viven más en los márgenes. Antes se hablaba de los marginales y hoy ni siquiera están en los márgenes: están excluidos. Tenemos que plantearnos como adultos qué queremos Porque nuestros chicos están abandonados.

Marina Garber
Fotos: Bibiana Fulchieri
Desde Córdoba